jueves, 24 de diciembre de 2009
La eucaristía.
El concilio define la presencia real, verdadera y sustancial de Jesucristo en este sacramento, después de la consagración; así como, establece la institución de la Eucaristía, por parte de Jesucristo, como alimento de las almas, remedio contra los pecados cotidianos, primicia de la vida eterna y de la unión de los cristianos con Cristo y de ellos entre sí. La preeminencia de este sacramento sobre los demás, está motivada por la presencia de Cristo, tanto en cuanto hombre como en cuanto a Dios. Además se reinstituye el ministerio de la transubstanciación, de la conversión de toda la substancia del pan en la del cuerpo de Cristo y de toda substancia del vino en la sangre de Cristo. El culto de latría se debe a este sacramento por cuanto que contiene al Hombre-Dios, el cual merece nuestra adoración cualquiera que sea el lugar donde se encuentre. Por último, decreta la necesidad de prepararse a la comunión mediante confesión previa de todo pecado mortal del que se tuviera conciencia, siendo este, el modo tradicional de recibir este divino sacramento, no como los pecadores, quienes lo reciben para su condenación, sino como los justos, quienes reciben todos sus frutos.
“La Eucaristía es el sacrificio mismo del Cuerpo y de la Sangre del Señor Jesús, que Él instituyó para perpetuar en los siglos, hasta su segunda venida, el sacrificio de la Cruz, confiando así a la Iglesia el memorial de su Muerte y Resurrección. Es signo de unidad, vínculo de caridad y banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la vida eterna”. En la vida de la Iglesia “La Eucaristía es fuente y culmen de toda la vida cristiana. En ella alcanzan su cumbre la acción santificante de Dios sobre nosotros y nuestro culto a Él. La Eucaristía contiene todo el bien espiritual de la Iglesia: el mismo Cristo, nuestra Pascua. Expresa y produce la comunión en la vida divina y la unidad del Pueblo de Dios. Mediante la celebración eucarística nos unimos a la liturgia del cielo y anticipamos la vida eterna”.
En la doctrina católica, la Eucaristía no es sólo un sacramento que se ofrece a los hombres. Es también y ante todo, un sacrificio que se ofrece a Dios. Era este uno de los puntos rechazados por el protestantismo. En la vigésimo primera sesión del concilio, celebrada el 17 de septiembre de 1562, la fe católica promulgaría que mediante el sacrificio de Jesucristo en la cruz, instituyó en la víspera de su muerte, el sacrificio de su cuerpo y de su sangre, el cual había de ser el memorial y la actualidad sacramental de su sacrificio sangriento y ordenó a sus apóstoles, por aquel ministerio, a la participación de su sacerdocio “que hicieran lo mismo en memoria suya”. Constituye también un artículo de fe el hecho de que Cristo hizo a sus apóstoles verdaderos sacerdotes y ordenó, tanto a ellos como a los futuros sacerdotes, que ofrecieran el sacrificio de su cuerpo y de su sangre. Así pues, Jesucristo es al mismo tiempo el sacerdote y la víctima.
Además, el concilio confirma el uso de la lengua latina, la costumbre de recitar el canon en voz baja y la de verter un poco de agua junto con el vino en el cáliz en el que se va a consagrar.
Alba esta semana ha trabajado en:
La reforma del clero
No fueron pocos los reformadores que consideraron que la necesidad más urgente era la de transformar la calidad y obligaciones del clero. La Iglesia de 1.500 se enfrentó a los mismos problemas que la Iglesia del año 1.100, y, al igual que entonces, había un indiscutible deseo de reforma. Muchos, incluidos obispos y párrocos, se daban perfecta cuenta de que las cosas estaban lejos de funcionar correctamente en lo que al clero respecta, pero el problema residía precisamente en la capacidad de la Iglesia para poner remedio a esa situación, para encontrar hombres instruidos y de sobrada ejemplaridad, deseosos de servir en parroquias remotas y escasamente dotadas. Las críticas que entonces se hacían ponen de manifiesto que el problema fundamental no estaba ni en la corrupción ni en la inmoralidad, que no eran si no síntomas de un problema de más hondas raíces: la falta de vocación para el ejercicio del sacerdocio, la práctica ausencia de compromiso a la hora de asistir espiritual y moralmente a una comunidad.
Los miembros del clero se mostraban bastante indiferentes al respecto, pues no había auténticos pastores. Y es que, en la Edad Media, los cargos eclesiásticos se valoraban en términos materiales, como instrumentos de poder y privilegio que se utilizaban para provecho personal y que se explotaban como si de propiedades se tratase. Una carrera eclesiástica era, así, un excelente modo de servir a los intereses familiares o de adquirir poder político.
A todo lo largo de la Edad Media, por ejemplo, la figura del obispo nunca había estado tan asociada a la del funcionario, diplomático o ministro como en el siglo XV. Una época en la que, además, se dejaron de lado las ambigüedades pasadas en torno a la prosperidad clerical, y como si se tratase de algo positivo, “se celebraban las riquezas de la Iglesia y el clero” (Barón 1.937).
Para ésta resultaba difícil poder contrarrestar semejante visión de las cosas, cuando no contaba ni siquiera con la posibilidad de escoger a buena parte de sus agentes. En realidad, al clero parroquial lo elegía el titular del beneficio en cuestión, que, a menudo, era un noble o una universidad; y lo mismo sucedía fuera de Italia con los obispos y la mayor parte del alto clero, que, en el siglo XV, no eran más que instrumentos del juego político, siendo el rey, en lugar del papa, quien los escogía para, de este modo, comprar o pagar servicios, resarcir deudas y edificar o adelantar favores.
El patronato y no la espiritualidad, determinaba la promoción eclesiástica, como lo apuntaba el embajador veneciano en Francia, quien en 1.524afirmaba que “en la corte se trata de obispados y abadías como en otras partes de pimienta y canela”.
Problemas de la reforma de las viejas órdenes
En este aspecto encontramos el serio problema de que se ponen en contra unos reformadores contra reformadores; la reforma de las órdenes ya existentes fue un camino muy complejo y lleno de dificultades, pues todo tipo de intereses solían bloquear, atrasar o neutralizar las iniciativas en ese sentido. Con todo, aquellos que se oponían a la contrarreforma no opusieron apenas problemas en comparación con los propios reformadores católicos, que a menudo interferían sobre las actuaciones de unos y otros.
A partir de 1.539, Pablo III inició la reforma de las viejas órdenes por medio de comisarios pontificios; una de las primeras acometidas sería la Congregación Lateranense de Canónigos Regulares de San Agustín, un grupo que contaba con sesenta casas en Italia. Su protector, el cardenal Gonzaga, era él mismo una especie de reformador, pero, en esta ocasión, el papa designó al perseverante cardenal Contarini para dirigir las operaciones. El resultado no sería otro que la superposición de jurisdicciones, que Gonzaga se sintiese agraviado y que el proyecto prácticamente fracasase.
Matteo da Bascio se topó con un problema diferente, pues era un franciscano que, en 1.525, había abandonado su convento para seguir una vida religiosa más estricta. Tres años después, consiguió la aprobación papal para convertir a su incipiente comunidad en una orden franciscana separada (la de los capuchinos), que en torno a 1.535 contaba con 700 miembros, en su mayor parte provenientes de las filas franciscanas.
El problema radicaba en el hecho en el hecho de que los religiosos que Da Bascio había abandonado y rechazado, acusándolos de rechazar la sencillez y pobreza original del fundador, eran asimismo “observantes” (reformados).
Así, el concepto de reforma que aquél defendía no dejaba de ser un desafío a la integridad de estos, siendo interpretado como un acto de desobediencia que incitaba a la rebelión y al cisma dentro de la orden. Como se ve, los problemas surgían forzosamente cuando lo que para unos era ardor, para otros era complacencia.
Durante esta semana yo, Sara, he estado investigando sobre:
En Bohemia nos encontramos con que los antiguos utrarquistas habían empezado oponiéndose a las nuevas doctrinas protestantes. Sin embargo la confesión de Bohemia, se aproxima ya al protestantismo. A pesar de todo se dio una importante reacción católica cuando Brus de Müglitz fue nombrado arzobispo de Praga.
En Polonia el protestantismo entro por numerosos lugares, sin embargo la restauración política ya estaba en marcha con el obispo Hosius que llevo a los jesuitas donde rápidamente abrieron universidades y colegios en las principales ciudades. Sin embargo finalmente Suecia fue protestante.
Finalmente hay que mencionar que en Francia se produjo la lucha más importante para mantenerla católica. Los reyes Francisco I y Enrique II favorecieron abiertamente a los príncipes protestantes en su lucha contra el emperador Carlos V, esperando que estos conflictos lo debilitaran. Pero intentaron por todos los medios que Francia no se dividiera en católicos y protestantes.
El impacto de Trento causo tres problemas, el de la religión popular, el fin de la brujería y la esclavitud en América.
En lo referente a la religión popular el problema fue que se desarrollan una serie de creencias y supersticiones en las que confiaban tanto la élite como los demás. La Iglesia medieval fue muy tolerante con todas estas prácticas, sin embargo con la aparición de Savonarola y Erasmo, con la búsqueda de una “piedad autentica”. Esto acabo haciendo que la gente viera a los santos como personas que hacían milagros quedando inutilizada la lucha de la Iglesia para que los vieran como personas de un comportamiento moral y religioso destacable. De este movimiento surge el afán de coleccionar reliquias de los diferentes santos.
La caza de brujas surgió en el mundo rural y hay que mencionar que la Iglesia no juzgo tantos casos de brujería como se piensa, añadiendo que en sus veredictos fue mucho más compasiva que los juicios civiles.
En realidad algunos católicos llegaron a afirmar que la brujería comenzó a existir al hablar de ella.
Con el descubrimiento del nuevo mundo se planteó si las personas allí encontradas eran seres humanos en un estado primitivo o si eran seres humanos en un estado inferior que tenía su origen en el pecado de sus ancestros. Con este dilema aparece una revolución en el sistema de explotación de América pues esté residía en las minas y ello necesitaba cierto número de esclavos.
miércoles, 23 de diciembre de 2009
Lo que hemos dado en clase durante los días 17 y 18
Astronomía y Física.
Hasta el siglo XVI se pensaba que la Tierra era el centro.
Copérnico (1473-1543): El sol es el centro y los planetas son móviles organizados en torno al sol.
Ya había precedentes, Copérnico hace un heliocentrismo renovado.
Johannes Kepler (1571-1630) por sus teorías gravitacionales. Publica Astronomía nova. Rompe con las elipses (circularidad) de los planteas. Descubre que son elípticas. También descubre otras cuestiones que preceden a Newton.
Galileo Galilei (1564-1642) avance en telescopios. Aumenta la potencia de los telescopios, hace aportaciones en el movimiento. Descubre el movimiento parabólico de la trayectoria de los mísiles.
Isaac Newton (1642-1727) ley de gravitación universal. Conceptúa masa, movimiento, etc. Referencia indispensable. Estudios sobre anatomía.
También fuera de las universidades se producen importantes progresos. Gracias al mecenazgo que ejercen los príncipes, se basan las primeras academias privadas o semipúblicas.
Medicina.
Paracelso (1449-1541) Avances en farmacia. Utiliza minerales.
Andrés Vesalio (1514-1564) es el fundador de la anatomía, busca analizar a través de autopsias, anima a las universidades a que utilicen este método. No se basa en la teología.
Miguel Servet (1511-1553) estudios sobre la circulación sanguínea. Estudios desde el siglo II. Parte desde un punto teológico. Esta vinculado con el Renacimiento (en un carácter amplio de la palabra). Son elementos de ruptura. Aunque hay que tener en cuenta que la novedad se hace sobre la continuidad.
Edward Jenner (1749-1843) XVIII: desarrolla la vacuna contra la viruela. Es un salto importante de la medicina natural a la vacuna.
La monarquía hispánica en el siglo XVI.
La herencia de los Habsburgos.
Herencia castellana: Castilla, Granada, Navarra y colonias americanas.
Herencia aragonesa: Aragón y Nápoles.
Herencia Borgoñona: Países Bajos, Artois, Flandes y derechos al ducado de Borgoña.
Herencia imperial: territorios patriliniales de los Austria: Austria, Estiria, Carintia, Carniola. Alsacia y Franco condado, Bohemia, Moravia y Silesia.
Una serie de accidentes llevan a Carlos a heredar todos estos territorios, todo esto se produce en un momento de cambio.
Carlos se tiene que adaptar a todos estos cambios. El padre de María se enfrenta a Francia.
Acaban consiguiendo mucho poder, Cuando Carlos muere e la batalla contra los franceses.
Francia quiere recuperar Borgoña, Maximiliano defiende que Borgoña es de María. Esto sentará las bases de la enemistad entre Francia y España.
La desaparición de Borgoña afecta a la creación territorial de los países actuales. Carlos muere en Nansi.
La formación de este entramado es fruto de la casualidad. Es una monarquía respetuosa con las formas de gobierno para así poder mantener los territorios.
Mientras respete esto será apoyado por todos los territorios.
Principios generales de la política de Carlos V:
1. Búsqueda de la Universitas Christiana.
2. Rivalidad con Francia.
3. Enfrentamiento contra los turcos.
4. Enfrentamiento contra Lutero (protestantes).
Guerra contra el turco
1. Por tierra: batalla de Mohacz (1526) Expansión territorial turca.
2. Por mar: toma de Túnez (1535); campaña de Argel (1541). Problemas con los corsarios berberiscos, especialmente con Barbarroja.
El imperio turco esta en plena expansión, muere el rey de Hungría. Además en el Mediterráneo están los piratas berberiscos que secuestran poblaciones a las que luego vendían como esclavos o pedían rescates por ellas.
Carlos V se en la necesidad de crear una flota. Comienza una campaña contra Túnez y llega hasta el norte de África. Atacan en verano por ser la época de cosechas. Los resultados son negativos
Estamos en un momento de propaganda imperial.
Túnez se toma gracias una revuelta interna, Barbarroja logra huir a Argel, allí vuelve a ser acosado por Carlos, que consigue resultados muy negativos.
En sus proyectos Carlos V es apoyado por Génova, sin ella se puede decir que no puede hacer frente a los piratas. Sin embargo son barcos de guerra pero también mercantes. Se habla de un sistema imperial hasgburges-genovés.
Las guerras contra Francia.
Herencia Borgoñona, aspiraciones sobre Italia.
1ª Guerra (1521-1525) Batalla de Pavia (1525) y Tratado de Madrid.
2ª Guerra (1526-1529) Liga de Cognac (1526), Saco de Roma (1527), Paz de Cambrai (1529).
3ª Guerra (1535-1538) Lucha por Milán. Tregua de Niza (1538).
4ª Guerra (1542-1544) Alianza entre Francia y el Turco. Alianza Carlos V con Enrique VIII. Paz de Crepy (1544).
5ª Guerra (1547-1556) Muerte de Francisco I, sucedido por Enrique II. Alianza entre Francia y los príncipes luteranos. Derrota en Metz, Toul y Verdún. Carlos V se encuentra en una situación militar y financiera muy precaria. Tregua de Vaucelles (1556).
En las cuatro primeras guerras Carlos V lleva la iniciativa.
Carlos V consigue capturar a Francisco I, le pone en libertad fiándose de su palabra, posteriormente Francisco I incumple su palabra en los tratados que acordaron mientras era prisionero, pero la figura de caballero de Carlos V ha sido realzada.
A finales de 1524 el papa Clemente VII pasó a apoyar a Francia. La guerra y la política de los Habsburgo en Italia habían dado un vuelco negativo.
La Paz de Barcelona trajo consigo el reconocimiento de la hegemonía de los Habsburgo por parte del papa Clemente VII.
miércoles, 16 de diciembre de 2009
Memoria de grupo. Reunión del viernes 11 de diciembre
En cuanto a los sacramentos del Bautismo y la Confirmación, tengo que decir que sobre el primero de ellos se decreta una serie de elementos, tales como que la Iglesia Romana es madre y maestra de todas, el bautizado no puede perder la gracia, aunque quiera, y por más que peque, el Bautismo no es arbitrario, etc. Los efectos del Bautismo son “el perdón del pecado original, todos los pecados personales y todas las penas debidas al pecado; hace participar de la vida divina trinitaria mediante la gracia santificante, la gracia de la justificación que incorpora a Cristo y a su Iglesia (…) constituye el fundamento de la comunión con los demás cristianos; otorga las virtudes teologales y los dones del Espíritu Santo. El bautizado (…) queda marcado con el sello indeleble de Cristo”.
Por otro lado, los cánones de la Confirmación afirman la utilidad de la celebración de esta ceremonia, verdadera y propio sacramento, que confirma y refuerza la gracia bautismal; así como la figura administradora del sacramento, únicamente reservado al obispo. “El efecto de la Confirmación es la especial efusión del Espíritu Santo, tal como sucedió en Pentecostés. Esta efusión imprime en el alma un carácter indeleble y otorga un crecimiento de la gracia bautismal; arraiga más profundamente la filiación divina; une más fuertemente con Cristo y con su Iglesia; fortalece en el alma los dones del Espíritu Santo; concede una fuerza especial para dar testimonio de la fe cristiana”.
Por su parte, Alba ha realizado una lectura del trabajo de Alban Butler et al, edición en español de R.P. Wilfredo Guinea. La Vida de los Santos de Butler, vol. 3. (Chicago USA: Rand McNally, 1965) pg.222-228. En él se considera que la prudencia y caridad del gobierno de San Ignacio le ganó el corazón de sus súbditos. Era con ellos afectuoso como un padre, especialmente con los enfermos, a los que se encargaba de asistir personalmente procurándoles el mayor bienestar material y espiritual posible. Aunque San Ignacio era superior, sabía escuchar con mansedumbre a sus subordinados, sin perder por ello nada de su autoridad. En las cosas en que no veía claro se atenía humildemente al juicio de otros. Era gran enemigo del empleo de los superlativos y de las afirmaciones demasiado categóricas en la conversación. Sabía sobrellevar con alegría las críticas, pero también sabía reprender a sus súbditos cuando veía que lo necesitaban. En particular, reprendía a aquéllos a quienes el estudio volvía orgullosos o tibios en el servicio de Dios, pero fomentaba, por otra parte, el estudio y deseaba que los profesores, predicadores y misioneros, fuesen hombres de gran ciencia. La corona de las virtudes de San Ignacio era su gran amor a Dios. Con frecuencia repetía estas palabras, que son el lema de su orden: "A la mayor gloria de Dios". A ese fin refería el santo todas sus acciones y toda la actividad de la Compañía de Jesús. También decía frecuentemente: "Señor, ¿qué puedo desear fuera de Ti?" Quien ama verdaderamente no está nunca ocioso. San Ignacio ponía su felicidad en trabajar por Dios y sufrir por su causa. Tal vez se ha exagerado algunas veces el "espíritu militar" de Ignacio y de la Compañía de Jesús y se ha olvidado la simpatía y el don de amistad del santo por admirar su energía y espíritu de empresa.
Durante los quince años que duró el gobierno de San Ignacio, la orden aumentó de diez a mil miembros y se extendió en nueve países europeos, en la India y el Brasil. Como en esos quince años el santo había estado enfermo quince veces, nadie se alarmó cuando enfermó una vez más. Murió súbitamente el 31 de julio de 1556, sin haber tenido siquiera tiempo de recibir los últimos sacramentos. Fue canonizado en 1622, y Pío XI le proclamó patrono de los ejercicios espirituales y retiros.
Además, enumero ahora algunos de los 48 santos y beatos jesuitas: San Alonso Rodriguez (viudo, religioso, portero), San Claudio de la Colombiere (Apóstol del Sagrado Corazón), San Edmundo Campion (mártir inglés), San Estanislao Kostka (patrono de novicios, polaco), San Francisco de Borja (Virrey de Cataluña, España, Tercer General de los jesuitas), San Francisco Javier (Patrón de los misioneros. Misionero a la India y Japón. Muere ante las costas de China), San Ignacio de Loyola (fundador de la orden), San Isaac Yogues y compañeros (Mártires de Norte América), San Juan de Brito y compañeros mártires (en la China), San Luis Gonzaga (Patrón de la juventud cristiana), Beato Miguel Pro (Mártir mexicano), San Pablo Miki y compañeros (Mártires japoneses), San Pedro Canisio (Doctor de la Iglesia, segundo evangelizador de Alemania), San Pedro Claver (Misionero con los esclavos de Colombia), San Roberto Belarmino (Doctor de la Iglesia, defensor de la doctrina durante y después de la Reforma) y San Roque Gonzales de Santa Cruz (Mártir paraguayo).
Sara, en su lectura de Historia de la Iglesia, de L. Hertling, ha concluido que Trento superó a todos los concilios anteriormente celebrados. Su principal objetivo era la reconciliación con los protestantes. Sin embargo rebasó ampliamente este propósito, arrojó luz sobre muchos problemas de la Iglesia, todo el mundo tuvo que decantarse por ser o no ser cristiano. La máxima preocupación era salvar almas para ello reformaron todo lo que pudieron el clero sobre todo en el aspecto económico y el lugar de residencia también modificaron algunos detalles de la eucaristía cediendo algunas concesiones a los protestantes, pero al ver que no surtían el efecto deseado volvieron a suprimirlas.
En 1534 Inglaterra se había separado de la Iglesia por el Acta de supremacía, pero sin tener doctrinas heréticas. El proceso de acercamiento al protestantismo por parte de los ingleses se dio con Eduardo VI, que en 1552 adoptó un nuevo credo de tipo calvinista. Tras su muerte subió al trono María hija del primer matrimonio de Enrique VIII que se había conservado católica, pero su gobierno tan solo duró cinco años los cuales no sirvieron para afianzar el catolicismo y ello conllevo a que tras su muerte se produjera una fuerte reacción hacía el protestantismo. La sucedió su hermanastra Isabel, que fue considerada ilegitima por los católicos que consideraban que debía gobernar María de la casa de los Estuardos. Este hecho contribuyo a que Isabel se inclinara por los protestantes, tras su gobierno Inglaterra se introdujo totalmente en el protestantismo bajo la forma del anglicanismo.
En 1560 subió al trono de Escocia María Estuardo, en este momento la mayor parte de la nobleza se había convertido al protestantismo y aunque María lucho por defender la fe católica no lo consiguió y tuvo que huir a Inglaterra. Su hijo Jacobo si que llego a ser rey, fue separado de su madre y educado en el protestantismo. Con la muerte de Isabel Jacobo heredo la corona de Inglaterra, desde entonces ambos países han permanecido bajo una sola corona de carácter protestante, aunque manteniendo grupos reducidos de católicos.
En 1541 Enrique VIII se nombro rey de Irlanda, intento llevar el anglicanismo a estas tierras sin embargo no tuvo mucho éxito, tan solo en la parte norte de la isla. De hecho con el tiempo los irlandeses desempeñarían un importante papel en la expansión del catolicismo.
Felipe II hereda los Países Bajos en los que existe un movimiento antiespañol y protestante, como respuesta instauro la Inquisición. En 1566 estalla la rebelión, Felipe manda al duque de Alba que no consiguió éxitos duraderos. Sin embargo Alejandro Farnesio consiguió que las provincias del sur se mantuvieran católicas y españolas. Las provincias del norte tenían como religión oficial el calvinismo.
En Alemania tras la paz religiosa de Augsburgo la mayoría de los príncipes protestantes había ya hecho uso del derecho de decidir la religión de sus súbditos. En Austria se les concedieron tantas libertades a los protestantes que gran parte de la población y casi la totalidad de la baja nobleza se convirtieron al protestantismo. En la Alemania meridional los príncipes que se habían mantenido católicos empezaron a ejercer su poder para restablecer el catolicismo, asustados por este movimiento de contrarreforma los protestantes formaron una “unión” y los católicos una “liga”.
Por último, el observador de esta semana, José Manuel, ha analizado el trabajo de J. C. Vizuete Mendoza, en su libro La Iglesia en la Edad Moderna realiza un repaso por todas las cuestiones referentes a la religión durante la Edad Moderna, sin olvidar también los sucesos ocurridos durante la Baja Edad Media en materia de fe (como el conocido “cisma de occidente”, que tuvo a un papa residente en Aviñón), cuya relevancia se dejó notar en el desarrollo de la Historia Moderna.
Precisamente Vizuete comienza su análisis sobre la Reforma católica con hechos acaecidos durante los siglos XIV y XV. Considera, como base de la transformación de la Iglesia, que retorna a una vida sencilla y austera, la reforma in membris que en muchos sectores de los países cristianos afloró, en vista de la dejadez que caracterizó a las jerarquías eclesiásticas. Éstas miraban con recelo, o al menos dejaban a un lado, la reforma in capite (que no tiene visos de realidad en España hasta la consolidación de la monarquía con los Reyes Católicos, para los que una reforma en la Iglesia, llegada con figuras como Mendoza o Cisneros, era algo primordial). De esta manera, y siguiendo la línea de Ricardo García Villoslada, considera que las ansias de renovación comenzaron bastante antes de la Reforma por antonomasia (es decir, la protestante), pero se aleja de él en tanto que el jesuita no denominó a la acción luterana como verdadera reforma; comparte, del mismo modo, con García Cárcel el hecho de que los cambios acaecidos en el seno de la Iglesia previos a Trento se hicieron desde la estricta observancia de la disciplina eclesiástica (solo que el profesor de la Autónoma de Barcelona pone en duda, por el mismo motivo, la naturaleza de dicha “Reforma”).
Tras esta introducción, observamos que el autor, dentro del debate sobre la Reforma católica y su alcance, ya desde la simple división del índice del libro, opta por distinguir entre “Reforma católica pretridentina” y “Contrarreforma”, siguiendo por ello la división acuñada por Hubert Jedin en la primera mitad del siglo XX. Se sitúa el origen del término “contrarreforma” con la aportación de Leopold von Ranke, quien, en 1838, designó así al periodo comprendido entre en Concilio de Trento y la Paz de Westfalia, en el que la Iglesia reformadora trató de dar respuesta a la Reforma protestante. La generalización de esta concepción provocó un malestar en la historiografía católica, en la que se consideraba que los cambios acaecidos en el seno eclesiástico no fueron una mera reacción al luteranismo. Así, fueron Luis von Pastor y sus sucesores los encargados de acuñar términos más ajustados a la realidad considerada por ellos, tales como “restauración católica” o “verdadera reforma eclesiástica”. Por su parte, los jesuitas Pedro de Leturia o el ya mencionado Villoslada establecieron el concepto “reforma católica” para referirse a los cambios producidos desde el siglo XV, simplificando la cuestión y enfatizando de esta manera la continuidad que caracterizó al proceso con la reforma tridentina (el protestantismo no supondría, por ello, ningún parón en el impulso renovador, en el que los esfuerzos de los laicos también tuvieron mucho que ver, como bien aprecia Tenenti, lectura cuyo resumen pertenece a la semana que viene). Ninguna de estas aportaciones consiguió hacerse un hueco preferente en el campo de la historiografía hasta la llegada de Jedin, quien, para justificar la renovación del catolicismo durante los siglos XVI y XVII, divide entre la corriente espiritual reformadora iniciada en países como Italia o España que afectó a Trento (“reforma católica”) y el impulso reafirmador ante el protestantismo tras Trento (“contrarreforma”), ambos necesarios para entender este momento histórico crucial para la historia de la Iglesia católica.
Continúa Vizuete con un balance del Concilio de Trento, donde, a su juicio y en rasgos generales, existió una cierta espontaneidad en los temas tratados, no tanto porque fueran improvisados sino porque, de la lectura de las actas, se puede deducir el deseo de dar una respuesta contundente y más enérgica que nunca a los protestantes. La contundente reafirmación de los postulados tradicionales sobre asuntos bíblicos o sacramentales no conllevó una intencionalidad de explicar el misterio cristiano, sino una explicación fundamentada en una reinterpretación de las Sagradas Escrituras para acabar con la incertidumbre doctrinal y una recurrencia a debates anteriores que no llega a resolver (como el existente entre atricionistas y contricionistas en materia de confesión, como bien ha estudiado Jean Delumeau). La autoridad de la Biblia queda más que probada, dedicando un importante apartado a la discusión sobre los sacramentos (recordemos que el protestantismo luterano elimina cinco de ellos), que se consideran eficaces y valorados en sí mismos y no por la persona que los aplica (no redefine, pues, las atribuciones de los cargos eclesiásticos). Por todo ello, se puede concluir que la obsesión de cerrar filas en torno al catolicismo rigorista empañó los verdaderos logros reformistas de Trento, como fue un impulso sin precedentes de la instrucción en seminarios o en el sacramento del matrimonio, e incluso la renovación pretridentina anterior al mismo.
Para cerrar su reflexión sobre la religión de la Edad Moderna, en la etapa concerniente a nuestro tema básico, el autor repara en los bloques confesionales surgidos en la Europa del siglo XVI tras los brotes reformadores, cuyas características principales serían, bajo su punto de vista, el exclusivismo dogmático (creencia en la posesión del monopolio sobre la verdad revelada) y la intolerancia religiosa (se considera casi un delito pertenecer a otra ideología que no sea la propia). Para ello se daban toda una serie de argumentos fundamentados, según los cuales tolerar al contrario induciría al indiferentismo religioso.
No obstante, se aprecian síntomas de cambio ya desde la Paz de Augsburgo (1555), acentuados con la Guerra de los Treinta Años (1618-1648). Vizuete advierte en este acontecimiento histórico una lucha no solo política, sino también religiosa entre una facción católica tradicional, que defiende un modelo de sociedad profundamente cristiano y por encima de las naciones, y otra protestante racionalista (en parte defendida también por Francia), que aboga por la diversidad religiosa y la supremacía de la soberanía por encima de cualquier sometimiento a un ente superior. La etapa confesional estaba siendo sustituida irremediablemente por una secularización de la vida política, como ya bien recogió Po-Chia Hsia en su artículo referido la semana pasada, en el que anunciaba la divergencia entre Estado y religión que caracterizó al siglo XVIII.
Lo que había ocurrido no era más que un giro brusco en materia dogmatica: se trataba de buscar una verdad común para todos los creyentes, fijándose más en lo que unía que en lo que separaba a las confesiones, en ese ambiente de estabilidad de la Paz de Westfalia. Se llega así a una religión natural, sobre la que se fundamenta la moral humana y todas las religiones mayoritarias posteriores, más cercana a la filosofía que a la teología. El orden del mundo ya no aspira a ser regido por la moralidad cristiana, sino que va a serlo gracias a la condición humana, Dios está dentro y no fuera de mundo: es el fin del confesionalismo.
martes, 15 de diciembre de 2009
Temario de clase. Días 10 y 11 de diciembre de 2009
Por un lado, un acercamiento preciso a los siglos modernos pasa por hacer un estudio de las instituciones y de la administración por cuanto su interrelación ayudó a constituir un nuevo rumbo político en la Europa de los siglos XVI y XVII. No obstante, la historiografía muestra una significación diferente dependiendo de la concepción de estado que posean los autores. Un sector estatalista (véase Ranke, Weber o Oestreich) considera que se asiste a un nacimiento de la administración moderna, que alberga una serie de instituciones y burocracia, en la que el soberano se convierte en la pieza clave que articula todo el entramado, imponiendo su autoridad frente a todos sus súbditos sin distinción. La administración, por tanto, se centralizaría a unos niveles sin precedentes y triunfa definitivamente la justicia regia, garante del poder divino (que le elige para gobernar). La consecuencia de todo ello es la separación entre un ámbito público (en el cual los individuos se centran en servir al Estado) y un ámbito privado (al margen de cualquier consideración pública. Se considera, por tanto, que absolutismo centralista consiguió imponerse a los estamentos y dominar la vida pública y privada, hechos que no constan en el Medievo, por el disciplinamiento de la sociedad (que algunos autores llevan a orígenes muy concretos, como las guerras de religión de Francia)(1).
Sin embargo, existe quien, desde un colectivo de la historiografía que rechaza la existencia de un estado moderno como tal durante este periodo (Tenenti, Chabod, Hintze), considera que la administración está regulada por una serie de redes sociales que rompen con la centralización propia de un estado absolutista. El soberano no domina todos los campos de su administración, como muestran la autonomía de actuación de muchos consejos o la patrimonialización de los cargos públicos. Esta práctica parece remontarse en algunos casos, y siempre fomentada por los propios soberanos, ya desde la Baja Edad Media, y contribuyó a la creación de una oligarquía dominante, sobre la que se apoyaría para su actuación el rey, y que vio en estos cargos una justa recompensa por sus servicios al Estado (por lo que considerarían lícito el traspaso de los mismos a la descendencia)(2).
Existiría, por ello, una burocracia débil y sometida a las clientelas, ampliamente extendidas por todos los sectores de la sociedad, y una corte que se convierte en el centro de socialización de los reinos. Todo ello no hace sino abundar en la idea de que los monarcas de la Edad Moderna no poseyeron una autoridad incontestable, puesto que se vieron obligados a negociar en muchos aspectos con otros sectores privilegiados de la sociedad, que obtenían beneficios de vasallo necesarios para la propia supervivencia de la institución monárquica.
No se podría finalizar el estudio de las instituciones del Estado moderno sin hacer una justa mención a la importancia que tuvieron los consejos. Éstos eran instituciones colegiadas formadas por algunas personas notables y cercanas al rey (nótese la lucha entre personajes con rango más o menos noble, en cualquier caso humanistas o juristas, que se desató para acceder a los beneficios que suponía la pertenencia a los consejos)(3) los cuales se encargaban de aconsejarle en diversos asuntos, aunque la última decisión siempre la tenía, obviamente, el soberano. No obstante, a pesar de ello, el monarca tenía en muchas ocasiones la necesidad de suplir sus insuficiencias, o delegar cierta capacidad de control sobre aquellos asuntos que se le escapaban, lo que se constituye en causa esencial del auge de los consejos y de los secretarios (intermediarios entre éstos y el soberano), quienes a su vez se hacían con los servicios de un nutrido cuerpo de funcionarios.
Los consejos, independientemente de su naturaleza, poseían capacidad administrativa y jurídica, que en muchas ocasiones va a constituir un fuerte problema desestabilizador en tanto que se produjeron conflictos de jurisdicción entre diversos de ellos, muchas veces motivados por la escasa especialización de los mismos, excepto en materia económica (la misma situación es extrapolable a los secretarios reales)(4). Existieron, a grandes rasgos, dos tipos de consejos: territoriales (como el de Castilla, Aragón, Indias, Flandes o Italia) y temáticos (de Estado, el más relevante, además del de Hacienda, el Santo Oficio, de Guerra, Órdenes Militares…).
Otro campo de estudio de gran utilidad para la modernidad son las fuentes documentales, esenciales para entender la visión que de los acontecimientos históricos se poseía en la época, de forma simultánea a cuando ocurrían. Los textos históricos son siempre una fuente de estudio e interpretación continua por parte de los historiadores especialistas en cualquier edad, por cuanto su abundancia y calidad (entendida como objetividad de los documentos) marcan el rumbo de la investigación histórica.
Un gran impulso del estudio de los textos se dio con la reciente historia conceptual. A grandes rasgos, podemos decir que el análisis conceptual se caracteriza por el tratamiento histórico de los conceptos. Nos encontramos, pues, ante un movimiento historiográfico surgido en distintas latitudes (de la filosofía pasa a la historia o la política) al abrigo de la rehabilitación del lenguaje y que fomenta la atención por los conceptos. Surgida tras el giro lingüístico (acuñado en los años 60 del pasado siglo, que destaca el papel del lenguaje a la hora de elaborar los discursos y, por tanto, en la manera de escribir la historia) hasta tal punto que existen propuestas a favor de la elaboración de un lexicón europeo en el que se recojan, desde una perspectiva histórico-comparada, los principales conceptos políticos y sociales de nuestro continente. Las palabras tienen vida propia y los conceptos dibujados por estas palabras son igualmente protagonistas y se mantienen en la historia, aunque con distinta significación(5).
Un último aspecto a tratar dentro de la estructura estatal de la Edad Moderna sería la propaganda y legitimación de la monarquía, llevada a cabo mediante múltiples mecanismos, dependiendo del momento y espacio histórico en el que nos hallemos. Es cierto que los monarcas siempre han tenido que llevar a cabo una serie de políticas con el objetivo de afirmar su preeminencia en la sociedad, tanto más cuando su poder se veía contestado, y, en este sentido, la historiografía ha tendido a narrarlo desde un punto de vista cercano a la autoridad. La “nueva” historia social, término de reciente acuñación (1989, Lynn Hunt), influenciada por historia conceptual y el postestructuralismo, ha tratado de posicionarse en la sociedad, viendo no solo cómo es el mensaje que se quiso transmitir sino cómo se recibió en la sociedad.
Comenzamos ahora un nuevo capítulo con la ciencia y la revolución científica desarrolladas en la Europa moderna durante los siglos XVI y XVII. Ésta última supone el proceso mediante el cual la ciencia va a sufrir un despegue sin precedentes, gracias a unas innovadoras bases técnicas y científicas. Es la época del heliocentrismo, de los estudios anatómicos, del nacimiento de la química moderna, del auge de los jardines botánicos y de los zoológicos, de los avances en la navegación y en la industria militar y en la ingeniería.
No podemos olvidar que el impulso científico propio de la modernidad hunde sus raíces en el Medievo, desde donde no se produce una ruptura sistemática, sino que existe una transición marcada por algunos autores cuya obra fue divulgada y conocida gracias a la difusión que permitió la imprenta:
· Rogerio Bacon (1220-1292): franciscano inglés que promulgó unos postulados científicos alejados de la influencia aristotélica, obra que trabajó y comentó profundamente. Consideró una ciencia fundamentada en la razón y en la experiencia, lo que le convirtió en un personaje adelantado a su tiempo y en preso hasta el momento de su muerte. En obras como Opus maius captó los errores del calendario juliano, señaló los puntos débiles del sistema tolemaico y describió ingenios mecánicos (barcos, coches, máquinas voladoras…)(6).
· Guillermo de Ockham (1280-1349): este franciscano inglés, a caballo entre la escolástica medieval y la modernidad, supo combinar teología y ciencia para abrir el camino del empirismo o capacidad de conocer a través de los sentimientos, un nuevo camino en el que ya no era válida la cosmovisión anterior del mundo.
· Jean Buridan (1300-1358): francés que creó una “teoría del ímpetus”, alejada de los principios aristotélicos (lo que le opuso a Ockham), para explicar la aceleración que sufrían los cuerpos en caída libre, concebida hasta entonces como la presencia de un cuerpo en distintos lugares. Ello se asemeja bastante a la teoría cinética o al concepto de inercia conocidos por nosotros en la actualidad(7). Se le ha llegado a considerar incluso el inspirador de Galileo.
Otro factor que sin duda contribuyó al desarrollo de las ciencias fueron los descubrimientos geográficos. Este tema será ampliamente desarrollado por nuestros compañeros del grupo “Descubrimientos”, pero basten ahora algunas pinceladas para introducirnos en materia(8).
Hay que tener en cuenta que los descubrimientos no solo fueron importantes en materia económica y social para los estados modernos, sino que además aportaron ampliaron las fronteras del mundo conocido. En definitiva, el hombre adquirió una visión más real del mundo en que vivía y, como consecuencia, la geografía sufrió un desarrollo sin precedentes: bajo la intención meramente científica, se hallaba una significación política, según la cual era preciso conocer bien los territorios a dominar para poderlos gobernar con mayor ejemplaridad y eficacia.
Un avance ingeniero esencial a tal fin fue el perfeccionamiento de las embarcaciones marítimas. Se considera que a finales de la Edad Media, Europa contaba con dos grandes escuelas de navegación: la mediterránea (que desarrolló la galera, embarcación de guerra adaptada al comercio, con casco fuerte e insuficiente para hacer grandes viajes portando alimentos y agua) y la nórdica (que fomentó el empleo de la coca, con mayor maniobrabilidad y capaz de portar más almacenaje). Ésta última, dados los buenos resultados que cosechó fue adaptada al Mediterráneo creando la carraca, que derivó, al reducir su tamaño, en la nao (como es el caso de la archiconocida Santa María, empleada por Colón en su primer viaje).
Otro avances aportado a la navegación fue la brújula, arribada al Mar Mediterráneo en el siglo XIII gracias a los árabes (que, a su vez, la tomaron de los chinos), que consiguió mejorar en gran medida el arte de la navegación. También se mejoró en la fabricación de las velas de los barcos, algo que a nosotros puede pasarnos desapercibido, pero que en aquellos momentos constituía un factor esencial para dar mayor o menor velocidad a los viajes. En este sentido se combinó la vela cuadrada con la latina o triangular (ambas confluyeron en la carraca, en la que también se amplió el número de mástiles). Por último, cabe destacar la elaboración de portulanos o cartas náuticas en las que se representaban los territorios conocidos (con bastante mayor precisión en torno al Mare Nostrum) y los puertos marítimos esenciales, combinándolos con los rumbos y rutas marítimas establecidas con orientación a la estrella polar. Al ser representaciones planas, los portulanos ocasionaron numerosos errores de cálculo, que intentaron ser subsanados mediante el empleo de brújulas o de astrolabios (tomando la altura del sol con este aparato que medía la distancia entre los astros).
Como ente pionero en la aventura atlántica, anteriores a la gran empresa castellana, podemos citar a Génova, república italiana que se aseguró pronto la ruta de comercio con las Islas Británicas y Flandes para recalar en África ya en el siglo XII (gracias a figuras como los hermanos Vivaldi o Lanceroto Mallocello). Éste último individuo prestó servicios al reino de Portugal, la otra potencia marítima de la Baja Edad Media, recibiendo un impulso importante con el reinado de Don Enrique el Navegante (1394-1460), fundador de la prolífica Escuela de Sardes.
No podían faltar en nuestro acercamiento a los factores que motivaron el desarrollo de las ciencias en la Edad Moderna las instituciones científicas. En primer lugar, encontramos las universidades como centro de formación esencial para los futuros intelectuales, sobre todo después de la corriente humanista del XIV-XV y el renacer cultural clásico que conllevó, que provocó la fundación de muchas de ellas (Palermo, 1498; Urbino, 1506; Alcalá de Henares, 1499; Santo Domingo, 1538). No obstante, podemos decir que la mayoría de las instituciones universitarias se centraron aún en conocimientos teológicos más que en la investigación científica, carencia que intentó ser suplida mediante los mecenazgos y la creación de academias (como la de Florencia, fundada por el Medici Cosme I en 1561). Además, en este sentido hay que tener en cuenta que las universidades poseían todavía una importante función política, puesto que los estudios de leyes eran los más demandados en tanto que servían para instruir a estudiantes que luego desempeñarían cargos importantes en la administración (de hecho, muchos individuos vieron en las universidades un relevante mecanismo de promoción social).
Del mismo siglo data la generalización de la prensa, en cuyos momentos iniciales combinaban los principales acontecimientos políticos acaecidos en el país junto con los principales avances en la investigación científica. De esta manera, a la vez que se conseguía crear una opinión pública, se comenzaban a divulgar los resultados alcanzados por la investigación científica.
Por último, no podemos desdeñar el pensamiento filosófico innovador de los siglos XVI y XVII como clave para el fomento del ámbito científico, bajo los signos del racionalismo humanista y del empirismo, que busca la verdad en la experiencia. Algunos de los pensadores más influyentes en este campo fueron:
· Tommaso Campanella (1568-1639), que fue el primero en formular la duda metódica como forma del conocimiento.
· Francis Bacon (1561-1629), estadista y filósofo inglés considerado el padre de la filosofía moderna en su tendencia empírica y del método científico, basado en la investigación de la naturaleza, que, una vez dominada, estarña en la base de la mejora de las condiciones de vida del ser humano. En su obra Novum Organum (1620), expone las bases de esta nueva concepción científica alejada del aristotelismo, que podrían extractarse en la siguiente frase: "El hombre, por su caída, perdió su estado de inocencia y su imperio sobre la creación, pero una y otra pérdida puede, en parte, repararse en esta vida, la primera por la religión y la fe, la segunda por las artes y las ciencias"(10).
· René Descartes (1596-1650): es el máximo exponente del racionalismo filosófico, considerando la razón, por encima de la fe, como única vía posible para el conocimiento definitivo y cierto de las cosas (cogito ergo sum). Empleando la duda metódica y un innovador método científico, Descartes va a considerar la matemática como la ciencia más pura y exacta, a la que va a influenciar profundamente con aportaciones como el sistema cartesiano de coordenadas.
NOTAS
1 OESTREICH, Gerhard: “The structure of the absolutist state” en Neoestocism and the Early modern State; Cambridge University Press, 1982; págs. 258-273
2 TENENTI, Alberto: La formación del mundo moderno, Crítica, Barcelona, 1985; págs. 137-138
3 Ibídem, págs. 129-130
4 Ibídem, pág. 128
5 VILANOU, Conrad: “Historia conceptual e historia intelectual” en Ars Brevis 2006, Ed. Ramón Llull Blanquerna
6 http://biografiasyvidas.com
7 http://historiadelaciencia.idoneos.com
8 Información tomada de LUCENA SALMORAL, Manuel: Manual de Historia Universal. Volumen 10: Historia de América, Historia 16, 1992; págs. 153-157
9 http://www.ingenierosdelrey.com
10 http://www.monografias.com
miércoles, 9 de diciembre de 2009
Memoria del grupo del día 4 de Diciembre de 2009
Esta semana la observadora ha sido Alba por lo que ella no ha aportado información para el blog.
José Manuel ha leído un articulo escrito en 2007 por el profesor de la Universidad del Estado de Pennsylvania Ronald Po-Chia Hsia titulado Disciplina social y catolicismo en la Europa de los siglos XVI y XVII, que continúa con el debate surgido en torno al proceso de disciplina social y confesionalización: cuándo surgen estos términos por primera vez, en qué convergen o se diferencian y cuál es su contexto de aplicación.
El concepto de disciplina social fue introducido a finales de los años 60 del siglo XX, como ya vimos, por el historiador alemán Gerhard Oestreich, quien, ciñéndose a la política, consideró que el absolutismo centralista consiguió imponerse a los estamentos y dominar la vida pública y privada, hechos que no constan en el Medievo, por el disciplinamiento de la sociedad, que es su verdadero éxito (los cambios sociales, morales, psicológicos, etc., que se consiguieron imprimir en el pueblo sobreviven a los político-administrativos). Considera, además, un origen muy concreto de la disciplina social: las guerras de religión francesas del XVI, en las que las luchas políticas y religiosas caminaron juntas hasta que un sector del poder recurrió al antiguo estoicismo romano (dominio sobre lo sensible) para “desteologizar”, en palabras del propio autor, los conflictos: la política (el absolutismo) triunfa sobre la teología y la disciplina social acaba interiorizándose. No obstante, observa Po-Chia Hsia, estos conceptos no eran nuevos para los estudiosos de la época, en tanto que el sociólogo Max Weber, en su obra póstuma Economía y sociedad. Esbozo de sociología comprensiva (1922), ya habló de “dominación” y “disciplina” como probabilidades de mandato: el poder, concepto sociológicamente abstracto, debe ser precisado con una legitimación y reforzamiento por parte de la disciplina social, por lo que ambos autores (Weber y Oestreich) convergen en considerar un cierto consenso o acuerdo entre dominadores y dominados. Pero el sociólogo aplica la disciplina y la sociología a la religión, estudiándola desde el punto de vista de las congregaciones ascéticas católicas (desde los benedictinos a los jesuitas) y de los calvinistas y sectas protestantes (con una autodisciplina voluntaria interior remarcable). Estableciendo similitudes entre jesuitas católicos y calvinistas reformadores, considerados como abanderados de la racionalidad moderna y de un profundo ascetismo interiorizado al margen de la doctrina externa, se crea un fundamento teórico necesario para llegar a observar estructuras similares en los diversos bloques confesionales que se desarrollaron paralelamente en el siglo XVI (católico, luterano y calvinista). Se llega así al concepto de confesionalización, acuñado por la historiografía alemana desde un punto de vista protestante, inaugurado y estudiado por Ernst W. Zeeden, contemporáneo de Oestreich. Sus seguidores fueron Wolfgang Reinhard (estudioso de la Europa católica, que considera la modernidad de la Contrarreforma) y Heinz Schilling (centrado en la modernidad que supone la disciplina y el ascetismo calvinistas, en la línea de Weber), los cuales se separan de Oestreich al no creer que el estado absolutista “desteologizado” impuso una disciplina social, sino que fueron la disciplina social y la confesionalidad las que contribuyeron a la formación de la nueva sociedad y del estado moderno.
Frente al modelo vertical propuesto por Oestreich (Estado disciplinador-población disciplinada), se ha propuesto un modelo de disciplina horizontal, que considera que el proceso de adaptación a unas normas regidoras del comportamiento se dio entre los miembros de las diversas comunidades religiosas o laicas. La aportación más relevante de este modelo es que traslada el origen de la disciplina social a la época bajomedieval (s. XV), siendo su aplicación anterior, por tanto, a la aparición de las reformas y al desarrollo de la confesionalización. En este nuevo contexto, el origen de la disciplina habría que buscarlo, en el mundo católico, en la vida diaria monástica, desde donde se extrapoló a la sociedad en general (según Dilwyn Knox), o en la vida de la población laica del Sacro Imperio Germánico, donde se desarrollaron ingentes cantidades de ordenanzas de policía a través de una idea consensuada del bien común (como bien ha estudiado Gérald Chaix para el caso de Colonia). El mismo modelo se advierte en las ciudades del mundo luterano, resaltando el papel de los gremios (Frankfurt, estudiado por Anja Johann) y del consenso entre el consejo de la ciudad y los ciudadanos (Espira, estudiado por Hubert Neumann) en el proceso disciplinador. Una enorme diversidad de otros agentes disciplinadores ha sido aportada por Heinrich R. Schmidt (vigilancia comunal del pueblo), Christa Müller (el Estado de la Contrarreforma) o Harm Klueting (religiosos cristianizadores).
Y de esta manera, aunque ya se ha podido deducir con anterioridad, Po-Chia Hsia alcanza su tesis: sin disciplina social no hay confesionalización. Para ello, se basa en tres características significativas, siendo una de ellas el aspecto cronológico antes resaltado (hay indicios de disciplina social en el siglo XV previos al desarrollo de los grandes bloques confesionales). Por otro lado, destaca las similitudes entre el proceso confesional de los bloques protestante y católico en relación con el poder de la autoridad central en detrimento de los estamentos, en la línea de Oestreich. Albrecht Luttenberger estableció un modelo base para el establecimiento del catolicismo en Centroeuropa, concretamente en regiones como Austria o Baviera: oficiales protestantes fueron sustituidos por católicos, llegada de jesuitas para el adoctrinamiento del clero, represión de la oposición estamental (muy difícil en aquellos lugares donde ésta estaba muy afianzada) y de las revueltas populares con las armas y el exilio forzado de los disidentes. En tercer lugar, el autor no olvida las diferencias entre ambos bloques confesionales, puesto que si bien los pastores protestantes estaban subordinados a los regímenes dominantes, en el caso católico el asunto adquiría otro calado al haber conflictos de jurisdicción entre las obediencias al sumo pontífice (que los protestantes rechazaron, y supuestamente realzada en la reforma tridentina) y a los monarcas católicos absolutos. En este sentido, se comparan los reinados de Felipe II y Luis XIV, representantes de una autoridad real inflexible en cuestiones de disciplinamiento (a través de mecanismos como la Inquisición o la crueldad de las armas contra los hugonotes calvinistas, respectivamente) y que alternaron la permisividad con la intolerancia hacia los asuntos religiosos de Roma. El caso quizá más paradigmático sea el de los Estados Pontificios, en los que la autoridad civil y religiosa convergían en el príncipe papal (“dos almas en un solo cuerpo”, como bien trató el italiano Paolo Prodi en su obra).
Como conclusión, el autor constata que el éxito de la Reforma católica (no habla de Contrarreforma) tras el Concilio de Trento habría sido impensable y habría contado con bastantes más obstáculos sin la existencia de una arraigada tradición de disciplina social entre la población laica y las propias congregaciones religiosas católicas (disciplina voluntaria). Si la centralización fue mayor en los países católicos, lo cierto es que los estados absolutistas y las comunidades religiosas mencionadas antes no fueron siempre de la mano, dadas las mayores aspiraciones de disciplinamiento con que contaba el Estado. Por último, considera que la disciplina social y la confesionalización convergen en los siglos XVI-XVII para divergir en el siglo XVIII, cuando el avance del Estado fue imparable.
Martín esta semana sigue investigando sobre el Concilio de Trento en diversos manuales y ya ha comenzado a redactar su parte del trabajo.
Francisco que es esta semana el observador ha investigado sobre los intentos de reforma dentro de la Iglesia Católica antes de que comenzara el movimiento luterano, ha obtenido la información del libro de J. Carlos Vizuete Mendoza La Iglesia en la Edad Moderna. La información obtenida es sobre las capitulaciones electorales y sobre algunos de los papas previos al movimiento luterano.
1.Las capitulaciones electorales
Todos señalaban que la reforma para que fuese efectiva debía comenzar por la cabeza del Iglesia, es decir, por el papa y la curia romana. En cada uno de los cónclaves que van desde el Concilio de Basilea hasta el V Concilio de Letrán los cardenales quisieron obligarse a iniciar la reforma por medio de capitulaciones electorales, pero esto fracaso y se constata repasando los pontificados de los papas que salen de cada uno de ellos.
Al concluir el Cisma y la época de los concilios, el colegio cardenalicio se encontraba muy desprestigiado. Y este desprestigio aumento con la vuelta a su forma de vida tradicional una vez que Martín V regreso a Roma. Pero en este mismo tiempo se comienzan a realizar las capitulaciones electorales en las que aparecen en primer lugar tres compromisos de carácter general que se debían jurar: encabezar una cruzada contra el turco, reforma de la curia y reunión de un concilio general para la reforma de la Iglesia en un plazo de tres años. Así, en el cónclave de 1464, se comprometieron a mantener la curia pontificia en Roma y a no nombrar cardenales a ruego de los príncipes extranjeros. Este último punto se encontraba recogido en los “concordatos” que fueron firmados por Martín V con las naciones en el Concilio de Constanza que aquí rechazaban para inmediatamente acogerse a su autoridad en aquello que les beneficia: ha de mantenerse el número de veinticuatro cardenales como miembros del colegio cardenalicio y deben observase los otros asuntos acordados en el Concilio de Constanza. Es estos aspectos se muestra más un beneficio de los propios cardenales que un ansía de reforma, porque consiguiendo que se estableciera un número de los miembros del colegio cardenalicio y que se contara con ellos a la hora de elegir a los nuevos cardenales siempre deberían ser mayores de treinta años y sólo uno de la familia del papa. Esto tiene que ver con la asignación de dinero y rentas que les asigno Nicolás IV lo que les permitirá seguir teniendo un gran tren de vida,cuanto menos fuesen más rentas les tocaría por esto es por lo que querían establecer que sólo fuesen veinticuatro los miembros del Colegio Cardenalicio. Pero debido a que había cardenales más ricos y más pobres el papa debía “socorrer” con el pago de 100 florines mensuales a los cardenales que no alcanzasen un determinado presupuesto. Además se acordaron otras medidas para limitar aun más el poder del papa como la de que las más importantes fortalezas de los Estados Pontificios no estuvieran bajo el mando de familiares del papa. Además todos estos acuerdos se obligaba a que los cumpliera el papa.
2.Los papas: “reformadores” y “tradionales” (Desde Nicolás V a Julio II):
He querido hacer alguna mención a algunos de los papas que antes de la reforma luterana se estaban dando cuenta de la necesidad de una reforma pero dentro del seno de la Iglesia católica. He querido clasificar como “reformadores” a los que intentaron realizar estas reformas o al menos se dieron cuenta de que se necesitaban reformas pero nunca las llevaron a cabo, y como “tradicionales” a un segundo grupo que se dedicó más a los asuntos mundanos: guerras, reorganización del territorio,... que a los verdaderos asuntos pastorales, es decir, se comportaron como simples jefes de Estado en vez de como Vicarios de Cristo en la Tierra. Mi redacción comienza a la muerte del papa Eugenio IV que murió en febrero de 1447, se eligió a un nuevo papa al cardenal Tomás Parentucelli que tomó el nombre de Nicolás V era una gran humanista y amante de la paz. En 1449 publicó una bula que señalaba el día de Navidad para la apertura del gran Jubileo del 1450 que en su mente era una gran invitación a la reforma, la penitencia, la conversión y la renovación espiritual de toda la cristiandad. Pero más que una gran reforma lo que produjo ese Jubileo fue una riqueza para el papa que fue invertida en la biblioteca y obras arquitectónicas. Tras su muerte fue sucedido por Alfonso de Borja que tomo el nombre de Calixto III y se dedicó a promover una cruzada para recuperar Constantinopla pero no consiguió su objetivo. Le sucedió Pío II que estuvo durante poco tiempo y no consiguió lo que se había propuesto su antecesor. Tenía un gran espíritu reformador siguiendo los consejos del Cardenal Nicolás de Cusa y del obispo Domenico dei Comenichi: la curia debería acabar con el nepotismo pontificio y reducir el personal de la Penitenciaría, y obligar a todos, cardenales y curiales a llevar una vida verdaderamente eclesiástica, en toda la Iglesia se debería castigar duramente la simonía, prohibir la acumulación de beneficios, obligar a que los obispos residieran dentro de sus propias diócesis y los que tienen cura de almas deberían extirpar el concubinato de de los clérigos, el trafico de indulgencias y las falsas reliquias, las supersticiones la usura y el adulterio, a si que podría ver restaurada la vida de la Iglesia primitiva, la bula que ponía en vigencia estas reformas, Pastor aeternus, quedó sólo en un proyecto.
En el cónclave en el que se eligió al sucesor de Pío II los cardenales firmaron una capitulación comprometiéndose a convocar un concilio general antes de tres años, a reformar la Iglesia, a limitar el nepotismo y a promover la cruzada. En ese cónclave se eligió a Pedro Barbo que eligió en nombre de Pablo II. Se negó a reconcocer las capitulaciones que había jurado. Tras su muerte repentinamente en julio de 1471, hay quien dice que este pontificado cierra la etapa en la que los papas estaban movidos de verdaderos deseos de reforma, aunque fueron incapaces de ponerla en marcha. Y por el contrario todos los defectos del papado y de la curia que era necesario extirpar fueron multiplicados por sus sucesores. Un ejemplo de esto fue Sixto IV el sucesor de Pablo II quién cuando fue elegido papa favoreció descaradamente a su familia olvidando los problemas de la Iglesia y se vio involucrado en luchas por lo territorios italianos. Tras su muerte se desató una gran lucha por el poder, tras el cónclave fue elegido Inocencio VIII que actuó como su antecesor poniendo a sus familiares en un lugar ventajoso. Cuando murió, en julio de 1492, fue elegido nuevo papa Rodrigo de Borja que era sobrino de Calixto III y que tomo el nombre de Alejandro VI. Aunque tenía varios hijos bastardos y actuó aventajando a su familia tenía un gran prestigio internacional, una prueba de ello fue que actuó como arbitro en las disputas entre Castilla y Portugal. Tras su muerte le sucedió Pio III su pontificado duró 26 días, le sucedió un sobrino de Sixto IV que tomó el nombre de Julio II, se dedicó a afianzar la posición del papa dentro de los Estados Pontificios, creo la guardia suiza que es un cuerpo militar de doscientos militares suizos que forman la guardia del palacio papal. Durante su reinado realizó una gran tarea de mecenazgo para lo que necesito grandes sumas de dinero y para lo que no dudó en recurrir a la venta de cargos públicos, a la predicación de indulgencias condicionadas por una limosna y al trafico de beneficios. Convocó, el 10 de mayo de 1512, un concilio general en la basilica de San Juan de Letrán (el V Concilio de Letrán) fue convocado más por la necesidad del pontifice, como respuesta a una maniobra política y para hacer frente a la amenaza del retorno del conciliarismo que representa el concilio reunido en Pisa desde octubre del 1511 que contaba con el apoyo del rey Luis XII de Francia y el emperador Maximiliano (este concilio pisano tuvo un desarrollo accidentado y tras varias vicisitudes se disolvió accidentadamente). Por lo que poco después del inicio del Concilio de Letrán, Julio II ya había alcanzado su objetivo. Pero la convocatoria al concilio había animado sobre todo en España y en Italia a la preparación de programas de reforma. Pero el concilio se vio interrumpido por la muerte de Julio II.
martes, 8 de diciembre de 2009
Memoria de las clases de los días 3 y 4 de Diciembre de 2009
El nacimiento del estado moderno que iría desde la baja Edad Media hasta finales del Antiguo Régimen (según W. Reinhard, en su obra Power Elites and State Buildig) es un proceso largo. Los factores que intervienen en su creación son: las dificultades que encuentran los señores para incrementar sus rentas, tras la crisis del siglo XIV, lo cual puso al descubierto la insuficiencia de la organización política feudovasallática para acumular rentas. Así la recuperación demográfica, la extensión del tráfico mercantil y dinerario, la mejora de la producción artesanal, los avances técnicos y culturales del primer Renacimiento, entre otros fueron factores para que diferentes grupos sociales comenzaron a reclamar poder político. A su vez la guerra, la revolución militar (nuevo armamento, fin de levas medievales, mayor control por parte del rey,...) Incremento de la presión fiscal (también nuevos tributos) desarrollo de la administración. Un ejemplo de esto va ser la organización pontificia: que se va dotar de instituciones modernas, tribunales,...Además aumenta la conciencia nacional en el Occidente europeo, a causa no sólo de la vinculación religiosa al soberano y de la afirmación de la monarquía frente a la feudalidad sino también por lo progresos de las lenguas nacionales favorecidas por la administración real y la difusión de la instrucción gracias a la imprenta. Las naciones se afirman unas contra otras, haciendo retroceder poco a poco la unidad cristiana tan apreciada en la Edad Media. De los dos poderes tradicionales: el papa y el emperador, el emperador ha perdido ya toda autoridad sobre los reyes. Y las naciones refuerzan el poder de los reyes frente al papa. Pero aunque ha perdido ya mucho poder en ciertos casos actúa como arbitro en algunos conflictos entre países.1 Todos estos fueron factores que intervinieron en la formación del Estado.
Diversos modelos de organización política:
Modelo autoritario: Monarquías como la monarquía francesa de Luis XIV y la Hispániaca. La fuente última del poder reside en el rey que basa su poder además de en la religión en el derecho feudal que hace del rey un señor feudal supremo, y en el derecho romano, que los juristas aplican con mayor audacia y éxito. El soberano no es propietario de sus súbditos. Debe respetar su propiedad y sus bienes conforme a la ley divina y la ley natural. En el absolutismo el príncipe se presenta como el árbitro supremo entre los órdenes y los cuerpos y tiene que imponer su voluntad a los más poderosos de entre sus súbditos. La posición entre los súbditos puede revestir diversas formas: entre clanes, entre clientelas y entre órdenes.2 Estas monarquías eran monarquías compuestas como es el caso de la Monarquía Hispánica formadas por reinos diferentes pero bajo un mismo rey el ejemplo más ilustrativo es la monarquía de los Reyes Católicos o de Carlos I. Donde cada reino tenía su sistema político y sus instituciones diferentes para cada reino.
Las repúblicas Italianas (Venecia, Florencia, Génova,...) En ellas va existir un ideal republicano pero no como el actual. Van a ser gobiernos formados por familias de patricios. Entre ellas destaca Venecia con posesiones no sólo en Italia sino también en Istria, Dalmacia y las Islas Jónicas. La soberanía corresponde al Gran Consejo que delega sus poderes en el Senado. La cabeza oficial de la república es el Dux pero sólo tiene un papel representativo. También destaca Florencia que en esta época esta marcada por las revoluciones. 3
Pactistas: Inglaterra a partir de la segunda mitad del siglo XVII ( donde destaca el parlamentarismo). Provincias Unidas (donde el órgano de gobierno principal son los Estados Generales que van a estar compuestos por representantes de las diecisiete provincias y cada una de las provincias tenía su parlamento).
Imperio Alemán ( con un particularismo confirmado tras la Paz de Augsburgo de 1555 y tratados de Westfalia de 1648). La constitución del imperio había sido fijada en la llamada Bula de Oro de 1356. El hombre que estaba llamado a ser emperador o rey de los romanos debe ser nombrado antes de su coronación por siete electores: tres eclesiásticos, los arzobispos de Maguncia, Tréveris y Colonia y cuatro seglares: el rey de Bohemia, el duque de Sajonia-Wittemberg, el margrave de Branderburgo y el conde palatino del Rin. La Dieta que era una asamblea por tres asambleas: la de los electores, la de los principes y de las ciudades esta ultima sólo tenía título consultivo, asiste al emperador. Desde 1440 se elige al emperador dentro de la familia Habsburgo. Después de la Paz de Augsburgo el poder imperial se verá disminuido y cada príncipe de cada uno de los territorios se convertirá en el líder político y religioso. 4
El caso polaco (monarquía electiva).Polonia es un estado heterógeneo en el que se integra el Reino de Polonia y el Gran Ducado de Lituania. La monarquía es electiva y el poder real no deja de disminuir, para tomar decisiones el rey debe contar con el Senado o Gran Consejo y con la Dieta. Además el rey no dispone ni del tesoro, ni del ejército ni de la administración y tiene que vivir en sus propios dominios. 5
Importancia política (centralismo, estado, etc.) y nueva historia política.
Siglo XX y primer tercio del siglo XIX: el nacimiento del concepto de estado aplicado al Antiguo Régimen. Se explica mediante la historiografía liberal (el levitarán como tumba de la libertades feudales) e historiografía conservadora. (El imperio como Estado y Estado como muestra de modernidad). El positivismo (M. Weber) y la historiografía alemana Ramkiana---tradicional historia del derecho y sus instituciones (Gª de Valdeavellano6)
La crítica (quiebra de la razón europea tras la Primera Guerra Mundial). Influencia de Hientze que introduce una tipología sociológica del autogobierno (Historia de las formas políticas, 1962) y sobre todo O. Brunner (Tierra y Poder ,1939) quién pone de manifiesto las continuidades entre los sistemas políticos medieval y moderno y la persistencia en los niveles “inferiores” del sistema político (campesinado) de resistentes estructuras tradicionales de vinculación política.
La recepción de la crítica: F. Chabod quien resalta la patrimonialización de los cargos públicos (con una indefinición de lo público y lo privado). El artículo de Chabod representa una reacción contra Gramsci 7y la historiografía marxista (P. Anderson). J .Vicens Vives8 (Estructura administrativa estatal de los siglos XVI y XVII, 1960) donde se muestran los límites fundamentales en la administración de la Edad Moderna. G. Oestreich (1969) para quién había extensas zonas de autonomía política más allá de la corte lo cual se refleja en ausencia de burocracia más allá de la corte.
La influencia del pensamiento pos-moderno (relativismo subjetividad del conocimiento, negación de la idea de progreso, ampliación de la noción de poder). Ello derivó en un replanteamiento de la sociología de poder (redes sociales, poder no violento, negociación entre poderes). Autores : M. Focuault (microfísica del poder) y P. Bourdieu (introducción del concepto de capital simbólico y violencia simbólica con una influencia en los análisis de la educación, el arte, intelectuales y la cultura legítima a partir de los mecanismos de socialización)9. La influencia de ambos refleja A. Hepanha, B. Clavero, ...quienes entienden el sistema político del Antiguo Régimen no como un Estado sino como una constelación de poderes donde el rey sería la figura preeminente.
En la actualidad, existe un cierto reflujo hacia posiciones estatalistas. Con una critica: la negación del supuesto Estado parte de los historiadores del derecho ( por ejemplo J. M. de Bernardo Ares).
2Ibidem., páginas 97 y 98.
3Ibidem., páginas 105 y 106.
4 Ibidem.,páginas 103, 104 y 105.
5Ibidem., páginas 106.
6. Luis García de Valdeavellano
Historiador español. Doctorado en derecho, desde joven estuvo vinculado a la escuela de medievalistas dirigida por Sánchez Albornoz. Entre 1928 y 1933 formó parte del Centro de Estudios Históricos. Fue catedrático de historia del derecho en Barcelona (1933-1954) y de historia de las instituciones en Madrid (1954-1975), publicó numerosos estudios dedicados al estudio institucional, económico y social de la Edad Media, entre ellos: Economía natural y monetaria en León y Castilla durante los siglos IX, X, XI (1944), Beneficio y prestimonio (1948) y Sobre los burgos y los burgueses en la España medieval (1960). También publicó la Historia de España. De los orígenes a la Baja Edad Media (1952), ampliada con la obra Historia de las instituciones españolas. De los orígenes al final de la Edad Media (1968).
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7Antonio Gramsci
Nacido en Cerdeña, en el seno de una familia humilde, cursó estudios de filología en la Universidad de Turín. Su juventud está marcada por un claro compromiso político, que le lleva a militar en el partido socialista (1914) y a trabajar en el diario Avanti!. En 1919, junto a Palmiro Togliatti y otros jóvenes revolucionarios, funda la revista Ordine Nuovo, afín al movimiento bolchevique, y, en 1921, crea con Amadeo Bordiga el partido comunista italiano (PCI), del que será elegido secretario general. Fundador del diario comunista l'Unità. Miembro activo de la III Internacional, pasó dos años en Moscú. En Italia, se opuso al movimiento fascista de Mussolini, que, a pesar de su inmunidad parlamentaria -Gramsci era diputado por Venecia- le detuvo y confinó en la isla de Ustica. Aquejado por la mala salud que acompañó su existencia, en 1934 fue puesto en libertad condicional, muriendo en Roma (1937) poco después de cumplir condena. Durante los años de confinamiento escribió Quaderni del Carcere (Cuadernos de prisión), en los que se recoge el núcleo central de su pensamiento.
httml://infoamérica/org/teoría/gramsi1.html
8Jaume Vicens Vives
Historiador español. Estudioso del s. XV. Se dedicó a la enseñanza, e interesado por las ciencias sociales, se le considera renovador de la ciencia histórica española. Autor de numerosas obras en castellano y catalán: Historia de los remensas en el s. XV (1945), Juan II de Aragón (1953), El gran sindicato remensa (1954); publicó obras de síntesis como Aproximación a la historia de España (1952), Industriales y políticos del siglo XIX (1958); dirigió la obra colectiva Historia social de España y América (1957-1959) y fundó la revista Estudios de historia moderna (1951-1959) y el repertorio bibliográfico Índice histórico español (1956).
9 Pierre Bourdieu
Estudió Filosofía en la Escuela Normal Superior de París. Fue profesor en el Liceo Moulins durante dos años y marchó a investigar a Argelia, volviendo a París en 1960 como consecuencia de la guerra en aquel país. Fue profesor en la Universidad de París y en la de Lille, y en 1964 director de L´École des Hautes Ètudes en Sciencies Sociales. Desde 1981 ostentó la cátedra de Sociología en el College de France. Fue Doctor Honoris Causa de varias universidades y miembro de la Academia Europea de Artes y Ciencias.Sus obras son de carácter filosófico y sociológico, y en términos muy generales se muestra en contra de la antiglobalización y el neoliberalismo.
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miércoles, 2 de diciembre de 2009
Resumen Semanal
Jose Manuel, ha ahondado en el debate introducido por García Cárcel, reflejado en la memoria de la semana pasada, ha recurrido esta semana a la visión aportada desde el catolicismo por Bernardino Llorca Vives y Ricardo García Villoslada en el volumen III de la Historia de la Iglesia católica, en el que, en el aspecto que nos concierne a nuestro grupo, se considera que la reforma católica impulsada tras Trento no fue una respuesta (y, por tanto, tampoco fue posterior) a la pretendida reforma luterana.
En este sentido, se observa que un estudio en profundidad del siglo XV no permite hablar de una reforma eclesiástica completa, pero sí de una “pre-reforma” católica dentro de un siglo denominado “la edad de las reformas”. Se atisba, pues, en esta centuria un deseo de renovación y de purificación con carácter universal llevado casi a la obsesión (es expresiva y significativa la frase con que el autor se refiere a estos hechos, como la “arrítmica palpitación de un cuerpo enfermo, pero que demuestra vida honda y deseos de salud”). Alejándose de algunos autores del siglo XIV (Villanova, Clareno… que al mostrar una Iglesia corrompida y carnal solo agravaban el problema sin atacar a la raíz), se destaca la labor reformadora del Concilio de Vienne (1311), continuada en Constanza (1414) o Letrán (1512), entre otros, así como los programas reformadores redactados espontáneamente o por encargo en el XV y hasta la celebración de Trento en el XVI. Muchas reformas eran clamadas desde distintos puntos de vista, pero los concilios universales fueron apoyados con mayor unanimidad, aunque es cierto que sus actas, así como la falta de voluntad y no de diligencia de los pontífices (temerosos de provocar cismas o ataques a la Santa Sede), no fueron suficientes para dar cabida a lo que la cristiandad necesitaba y pedía.
Pero, como se pregunta Villoslada, ¿qué es lo que había que reformar? Por un lado, se consideran las costumbres del pueblo cristiano como reprobables, dentro de un contexto caótico tras la guerra de los Cien Años, las luchas religiosas, las banderías locales, la peste, etc., pero, dice el autor, como lo han sido y lo serán siempre (en tanto que la relajación espiritual se absuelve con los correspondientes sacramentos). El abandono de las funciones de parte del clero (prácticamente descritos como analfabetos y carentes de vocación) y decadencia de los estudios teológicos (especialmente los de París) se combinan con cantidad de ejemplos de perfección y vitalidad religiosa, que seguía aferrada al pueblo.
Más encaminados iban los que clamaban reformas entre los sacerdotes y los obispos, algunos ocupados de asuntos políticos y mundanos, pero otros tantos alejados de sus funciones precisamente por un exceso de las mismas (acumulación de cargos en algunos obispos). Pero sin duda, las mayores protestas se ejercieron contra los excesos de la curia romana, tanto en escándalos como en fiscalidad (hablamos ahora de la reformatio in capite, en la cabeza de la Iglesia). La curia había conseguido convertir a lo largo de los siglos las cosas sagradas en negocios temporales, pues todo era óbice para ser afectado de impuestos o subsidios, entendidos y generalizados ante el deseo de salvación tan arraigado en la población bajomedieval y moderna. El autor dota a este hecho de tanta importancia (no lo justifica pero sí exalta la dificultad de su supresión) como para creer que la reforma luterana no habría tenido lugar de no haber sido por la corrupción curial, teniendo en cuenta que las 95 tesis de Lutero reaccionaban precisamente contra las indulgencias. Tal fue el deseo de cambiar la actividad de la curia que algunos promulgaron una reformatio in capite et in membris: ante la incapacidad de la alta jerarquía por renovarse, predicadores como Vicente Ferrer decidieron expandir el dogma adaptado a las conciencias de los más desfavorecidos (que aclamaron su labor), para al menos conseguir un cierto conato de reforma en el disciplinamiento existente, consiguiendo la movilización de verdaderas masas de población.
Por último, ante el debate terminológico e historiográfico ya conocido por nosotros (reforma protestante o católica, prerreforma, contrarreforma…). Villoslada deja clara su opinión. Niega que la conocida como “reforma protestante” (designada como tal por sus protagonistas y generalizada posteriormente incluso dentro de los autores cristianos) tenga naturaleza de “reforma”, en tanto que lo hecho por Lutero (y, por extensión, por los príncipes protestantes del Imperio Germánico), Calvino o Enrique VIII, de dudosa trayectoria privada, fue una mera rebelión contra la Iglesia católica que innovó pero no reformó ni el dogma ni las costumbres ( “los promotores del cambio se quejaron con insistencia de la relajación y división que reinaban en todas partes”). La realidad de los hechos responde más a una “falsa reforma” o “seudorreforma” protestante, en contraposición a la “verdadera reforma”, “renovación” o “reforma católica”. En lo concerniente a la “contrarreforma católica” ya se han dado pistas en esta exposición: si se elimina el término de “reforma protestante” no es lógico emplear la palabra “contrarreforma” como una reacción a una reforma que no existió. La renovación católica se ha falseado cronológicamente (es, por tanto, anterior al protestantismo) y el impulso innovador sin precedentes dado en Trento, es decir, la contrarreforma, no responde solo a una reacción al luteranismo o al calvinismo, sino a un sentimiento de renovación espiritual de vuelta a Cristo mucho más profundo.
Por su parte, volviendo al libro de Heinrich Lutz Reforma y Contrarreforma para detenernos en el capítulo 10 del bloque “Problemas básicos y tendencias en la investigación” referente al papado, la Reforma católica y la Contrarreforma. La visión de este autor dista bastante por su ideología con la de los anteriores, en tanto que considera que el término acuñado por Pütter de “contrarreformas” fue acogido en el seno católico como una ofensa y reproche. Dentro del debate contemporáneo que considera a la Contrarreforma y al papel del catolicismo y del protestantismo como causantes de la modernización (en otras palabras, del nacimiento del “mundo moderno”), Cochrane advierte que el progreso entre la escolástica medieval y la Ilustración solo lo permitió la ruptura luterana, en tanto que el catolicismo tridentino encarna la hostilidad a la libre expresión en todas las artes, las ciencias e incluso la teología. Más impulso modernizador introduciría la Contrarreforma, en palabras de Bossy, en el ámbito familiar y de las mentalidades.
Opuesta a la negatividad con que se bautizó y se sigue bautizando a la Contrarreforma es la mayor parte de la historiografía italiana seguidora de la obra de mediados del siglo XX de Jedin, que prefirió diferenciar entre “Reforma católica” (o renovación interna de la Iglesia desde el siglo XV, como también apunta Villoslada) y la propia “Contrarreforma” (o la aparición de nuevos métodos para recuperar lo perdido). Esta dualidad conceptual ha sido discutida por otros autores, como Cantimori, Ginzburg o el propio Lutz, desarrollando temas como la reforma, la herejía o la Inquisición, considerándose que algunos procesos culturales y religiosos de los siglos XVI y XVII no pueden explicarse solo desde estos conceptos de Jedin, aunque, a pesar de todas las contribuciones, no se ha podido mejorar en el asunto.
Schilling, dentro del debate de la modernización, no considera tan importante la innovación de las distintas religiones europeas en tanto que destaca con mayor sentido su influencia en la sociedad y en la política modernas. Y en este contexto puede introducirse la aportación de Reinhard que, en un intento por alejarse de la dicotomía Reforma-Contrarreforma, llamó la atención sobre la creación de un proceso paralelo, la Konfessionalisierung o “confesionalización” del Estado moderno. Cree que del desarrollo institucional y sociocultural alcanzado por los grupos confesionales (calvinismo, luteranismo, catolicismo) se servirá el Estado moderno para imponer una nueva política general apuntalada sobre un consenso religioso, eclesiástico y cultural, muy en la línea de la categoría del disciplinamiento social desarrollado la semana pasada.
Francisco, por su parte, ha indagado en la figura de Juan Luis Vives (El reformador de la beneficencia):
· Breve reseña sobre su vida:
Juan Luis Vives nació en Valencia en 1492 pero residió la mayor parte de su vida en los Países Bajos en la ciudad de Brujas por miedo porque su familia era de origen judeo-converso, destacan sus intenciones de reforma de la sociedad y la reinstaruración de los valores clásicos, mantuvo relaciones con algunos de los humanistas más importantes de su época como Erasmo o Santo Tomás Moro.
· Su obra en el contexto histórico:
En este tiempo en el que las desigualdades eran muy patentes y la asistencia tanto alimenticia como médica de las personas más desfavorecidas era nula por parte del Estado era necesario que alguien se hiciera cargo de ello. En la mayoría de los casos era la Iglesia por medio de cofradías, órdenes religiosas, ...la que se hacía cargo de estas personas, que vivían mendigando y algunas con graves enfermedades. Se daban casos en los que la mendicidad se ejercía de forma voluntaria para así no trabajar, no pagar impuestos, no ir a la guerra, etc. Por esto también cada vez más en esta época (S. XV-XVI) las ciudades mercantiles, debido a que los estados monárquicos modernos todavía tienen poco poder sobre la sociedad, asumen múltiples funciones y abren nuevos caminos para la reforma de la beneficencia, como primer testimonio sobre este tema contamos con Erasmo. En este contexto J.L, Vives escribe De Subventione pauperum en el que aborda el tema de la extinción del pauperismo, en el que pone en entre dicho la estructura económica de la sociedad al mismo tiempo que la moral imperante. Dedica toda la primera parte al deber de ayuda mutua y de beneficencia de los cristianos, ademas en el queda de manifiesto el horror moral que experimenta Vives ante la mendicidad profesional, además manifiesta también su angustia ante un grave peligro para la salud pública, se pregunta si es digno que todos los días de fiesta tenga que acceder a la iglesia sorteando dos filas de mendigos llenos de enfermedades y que por ahí tengan que pasar niños, doncellas y mujeres en cinta. Expone una operación de limpieza para purificar la ciudad que se puede resumir de la siguiente manera: los indigentes que tienen casa deben inscribirse en el registro de la parroquia de su domicilio y exponer sus necesidades, los que no tienen casa deben compadecer ante un tribunal que debe ser al aire libre y asesorado por un médico para determinar los que están sanos y los que están enfermos y la solución será ponerlos a trabajar, los que hallan caído en la indigencia por el vicio deben desempeñar los oficios más duros y algunos de los enfermos como los ciegos también pueden realizar algunos oficios, así muchos artesanos acogerán a los más desfavorecidos para que empiecen a trabajar en sus talleres primero en pequeños trabajos pero luego si son hábiles podrán ascender en la escala. Los mendigos que no sean originales de la población deben ser devueltos a sus lugares de origen aunque se deben hacer algunas excepciones como los exiliados y refugiados por la guerra. Pero aunque parezca Vives no quiere realizar algo agresivo o rotundo pues al mismo tiempo que expone una supresión radical de la mendicidad también expone una reforma no menos severa de los hospitales o asilos de pobres, pero estos hospitales deben albergar a los pobres enfermos pero los mendigos no deben salir de ellos a no ser que salgan para trabajar, no saldrán para mendigar y si lo desean pueden quedarse sirviendo a sus compañeros. Además establece que los bienes de los hospitales deben ser controlados y administrados por los ayuntamientos y no por la Iglesia este punto será fuente de muchas críticas . Mas tarde escribirá De communine rerum apud Germanos inferiores, en el hace un ataque contra el comunismo proclamado por los anabaptistas, pero establece la responsabilidad de los ricos sobre los pobres y denuncia el problema de conflictos sociales que hay al haber tantas desigualdades sociales.
Él mismo anunció que su reforma tendría enemigos, entre ellos diferenció dos clases: de una parte los pobres que prefieren estar ociosos y vivir de la mendicidad en vez de tener una vida de trabajo y honradez y por otro lado el otro tipo de enemigos serán según él los administradores parásitos de instituciones piadosas. Uno de los más escandalizados con estas reformas va ser fray Lorenzo de Villacencio.
Sara, ha seguido investigando sobre los temas de las anteriores semanas:
La gravedad de la crisis en que se hallaba aún sumida la Iglesia al acabarse el concilio de Trento puede reconocerse dando una ojeada al mapa religioso de la Europa de entonces.
Sólo católicos están los pueblos de las penínsulas de los Apeninos y de los Pirineos. En el occidente de Europa el calvinismo amenazaba desprender a Francia de Roma, como lo había logrado en Escocia.
En Roma no se querían dar cuenta de que por la renovación del cisma Inglaterra había entrado definitivamente en las potencias protestantes. Perdido estaba el norte escandinavo y en Polonia vacilaban la realeza y el catolicismo, la paz religiosa de Augsburgo no freno el avance protestante: en el norte de Alemania se había perdido los últimos puntos de apoyo a la antigua Iglesia; en el sur y el oeste se afirmaban trabajosamente en los territorios eclesiásticos, corrían peligro Austria, Bohemia y Hungría.
Que la Iglesia superará la crisis y al fin del siglo se encontrara renovada y fortalecida se debió a la ejecución del concilio de Trento.
Durante el siglo XVI el principal cliente de los artistas es la Iglesia, la cual planteó el uso de la imagen como un elemento esencial para las defensa de las ideas religiosas. Aunque, con anterioridad había venido desarrollando esta función, los conflictos surgidos por la aparición del Protestantismo y las guerras contra el turco, habían radicalizado la posición de la Iglesia. La imagen religiosa se convirtió, aunque no sin una densa polémica en un instrumento de militancia. En este sentido, los erasmistas criticaban aceradamente el uso y sobre todo el abuso de imágenes. La imagen se convierte en una doctrina con fundamentos teológicos, que desembocara en el Concilio de Trento. A raíz del Concilio de Trento se producirá una codificación de los temas para adecuarlos a la ortodoxia.
Yo, Alba, he seguido con la investigación comenzada la semana anterior de San Ignacio de Loyola.
El Señor le da compañeros:
Las palabras fervorosas de Ignacio, llenas del Espíritu Santo, abrió los corazones de algunos compañeros. Se unieron a Ignacio otros seis estudiantes de teología: Pedro Fabro, que era sacerdote de Saboya; Francisco Javier, un navarro; Laínez y Salmerón, que brillaban mucho en los estudios; Simón Rodríguez, originario de Portugal y Nicolás Bobadilla. Movidos por las exhortaciones de Ignacio, aquellos fervorosos estudiantes hicieron voto de pobreza, de castidad y de ir a predicar el Evangelio en Palestina, o, si esto último resultaba imposible, de ofrecerse al Papa para que los emplease en el servicio de Dios como mejor lo juzgase. La ceremonia tuvo lugar en una capilla de Montmartre, donde todos recibieron la comunión de manos de Pedro Fabro, quien acababa de ordenarse sacerdote. Era el día de la Asunción de la Virgen de 1534. Ignacio mantuvo entre sus compañeros el fervor, mediante frecuentes conversaciones espirituales y la adopción de una sencilla regla de vida. Poco después, hubo de interrumpir sus estudios de teología, pues el médico le ordenó que fuese a tomar un poco los aires natales, ya que su salud dejaba mucho que desear. Ignacio partió de París, en la primavera de 1535. Su familia le recibió con gran gozo, pero el santo se negó a habitar en el castillo de Loyola y se hospedó en una pobre casa de Azpeitia.
Bendición del Papa; aparición del Señor:
Dos años más tarde, se reunió con sus compañeros en Venecia. Pero la guerra entre venecianos y turcos les impidió embarcarse hacia Palestina. Los compañeros de Ignacio, que eran ya diez, se trasladaron a Roma; Paulo III los recibió muy bien y concedió a los que todavía no eran sacerdotes el privilegio de recibir las órdenes sagradas de manos de cualquier obispo. Después de la ordenación, se retiraron a una casa de las cercanías de Venecia a fin de prepararse para los ministerios apostólicos. Los nuevos sacerdotes celebraron la primera misa entre septiembre y octubre, excepto Ignacio, quien la difirió más de un año con el objeto de prepararse mejor para ella. Como no había ninguna probabilidad de que pudiesen trasladarse a Tierra Santa, quedó decidido finalmente que Ignacio, Fabro y Laínez irían a Roma a ofrecer sus servicios al Papa. También resolvieron que, si alguien les preguntaba el nombre de su asociación, responderían que pertenecían a la Compañía de Jesús (San Ignacio no empleó nunca el nombre de "jesuita". Este nombre comenzó como un apodo), porque estaban decididos a luchar contra el vicio y el error bajo el estandarte de Cristo. Durante el viaje a Roma, mientras oraba en la capilla de "La Storta", el Señor se apareció a Ignacio, rodeado por un halo de luz inefable, pero cargado con una pesada cruz. Cristo le dijo: "Ego vobis Romae propitius ero" (Os seré propicio en Roma). Paulo III nombró al padre Fabro profesor en la Universidad de la Sapienza y confió a Laínez el cargo de explicar la Sagrada Escritura. Por su parte, Ignacio se dedicó a predicar los Ejercicios y a catequizar al pueblo. El resto de sus compañeros trabajaba en forma semejante, a pesar de que ninguno de ellos dominaba todavía el italiano.
La Compañía de Jesús:
Ignacio y sus compañeros decidieron formar una congregación religiosa para perpetuar su obra. A los votos de pobreza y castidad debía añadirse el de obediencia para imitar más de cerca al Hijo de Dios, que se hizo obediente hasta la muerte. Además, había que nombrar a un superior general a quien todos obedecerían, el cual ejercería el cargo de por vida y con autoridad absoluta, sujeto en todo a la Santa Sede. A los tres votos arriba mencionados, se agregaría el de ir a trabajar por el bien de las almas adondequiera que el Papa lo ordenase. La obligación de cantar en común el oficio divino no existiría en la nueva orden, "para que eso no distraiga de las obras de caridad a las que nos hemos consagrado". No por eso descuidaban la oración que debía tomar al menos una hora diaria.
La primera de las obras de caridad consistiría en "enseñar a los niños y a todos los hombres los mandamientos de Dios". La comisión de cardenales que el Papa nombró para estudiar el asunto se mostró adversa al principio, con la idea de que ya había en la Iglesia bastantes órdenes religiosas, pero un año más tarde, cambió de opinión, y Paulo III aprobó la Compañía de Jesús por una bula emitida el 27 de septiembre de 1540. Ignacio fue elegido primer general de la nueva orden y su confesor le impuso, por obediencia, que aceptase el cargo. Empezó a ejercerlo el día de Pascua de 1541 y, algunos días más tarde, todos los miembros hicieron los votos en la basílica de San Pablo Extramuros.
Ignacio pasó el resto de su vida en Roma, consagrado a la colosal tarea de dirigir la orden que había fundado. Entre otras cosas, fundó una casa para alojar a los neófitos judíos durante el período de la catequesis y otra casa para mujeres arrepentidas. En cierta ocasión, alguien le hizo notar que la conversión de tales pecadoras rara vez es sincera, a lo que Ignacio respondió: "Estaría yo dispuesto a sufrir cualquier cosa por el gozo de evitar un solo pecado". Rodríguez y Francisco Javier habían partido a Portugal en 1540. Con la ayuda del rey Juan III, Javier se trasladó a la India, donde empezó a ganar un nuevo mundo para Cristo. Los padres Goncalves y Juan Nuñez Barreto fueron enviados a Marruecos a instruir y asistir a los esclavos cristianos. Otros cuatro misioneros partieron al Congo; algunos más fueron a Etiopía y a las colonias portuguesas de América del Sur.
Un baluarte de verdad y orden ante el protestantismo
El Papa Paulo III nombró como teólogos suyos, en el Concilio de Trento, a los padres Laínez y Salmerón. Antes de su partida, San Ignacio les ordenó que visitasen a los enfermos y a los pobres y que, en las disputas se mostrasen modestos y humildes y se abstuviesen de desplegar presuntuosa- mente su ciencia y de discutir demasiado. Pero, sin duda que entre los primeros discípulos de Ignacio el que llegó a ser más famoso en Europa, por su saber y virtud, fue San Pedro Canisio, a quien la Iglesia venera actualmente como Doctor. En 1550, San Francisco de Borja regaló una suma considerable para la construcción del Colegio Romano. San Ignacio hizo de aquel colegio el modelo de todos los otros de su orden y se preocupó por darle los mejores maestros y facilitar lo más posible el progreso de la ciencia. El santo dirigió también la fundación del Colegio Germánico de Roma, en el que se preparaban los sacerdotes que iban a trabajar en los países invadidos por el protestantismo. En vida del santo se fundaron universidades, seminarios y colegios en diversas naciones. Puede decirse que San Ignacio echó los fundamentos de la obra educativa que había de distinguir a la Compañía de Jesús y que tanto iba a desarrollarse con el tiempo.
En 1542, desembarcaron en Irlanda los dos primeros misioneros jesuitas, pero el intento fracasó. Ignacio ordenó que se hiciesen oraciones por la conversión de Inglaterra, y entre los mártires de Gran Bretaña se cuentan veintinueve jesuitas. La actividad de la Compañía de Jesús en Inglaterra es un buen ejemplo del importantísimo papel que desempeñó en la contrarreforma. Ese movimiento tenía el doble fin de dar nuevo vigor a la vida de la Iglesia y de oponerse al protestantismo. "La Compañía de Jesús era exactamente lo que se necesitaba en el siglo XVI para contrarrestar la Reforma. La revolución y el desorden eran las características de la Reforma. La Compañía de Jesús tenía por características la obediencia y la más sólida cohesión. Se puede afirmar, sin pecar contra la verdad histórica, que los jesuitas atacaron, rechazaron y derrotaron la revolución de Lutero y, con su predicación y dirección espiritual, reconquistaron a las almas, porque predicaban sólo a Cristo y a Cristo crucificado. Tal era el mensaje de la Compañía de Jesús, y con él, mereció y obtuvo la confianza y la obediencia de las almas" (cardenal Manning). A este propósito citaremos las, instrucciones que San Ignacio dio a los padres que iban a fundar un colegio en Ingolstadt, acerca de sus relaciones con los protestantes: "Tened gran cuidado en predicar la verdad de tal modo que, si acaso hay entre los oyentes un hereje, le sirva de ejemplo de caridad y moderación cristianas. No uséis de palabras duras ni mostréis desprecio por sus errores". El santo escribió en el mismo tono a los padres Broet y Salmerón cuando se aprestaban a partir para Irlanda.
Una de las obras más famosas y fecundas de Ignacio fue el libro de los Los Ejercicios Espirituales. Es la obra maestra de la ciencia del discernimiento. Empezó a escribirlo en Manresa y lo publicó por primera vez en Roma, en 1548, con la aprobación del Papa. Los Ejercicios cuadran perfectamente con la tradición de santidad de la Iglesia. Desde los primeros tiempos, hubo cristianos que se retiraron del mundo para servir a Dios, y la práctica de la meditación es tan antigua como la Iglesia. Lo nuevo en el libro de San Ignacio es el orden y el sistema de las meditaciones. Si bien las principales reglas y consejos que da el santo se hallan diseminados en las obras de los Padres de la Iglesia, San Ignacio tuvo el mérito de ordenarlos metódicamente y de formularlos con perfecta claridad.
Martín, no ha realizado tarea de investigación esta semana por haber ocupado el puesto de observador.