miércoles, 11 de noviembre de 2009

Memoria de grupo. Reunión del viernes 6 de noviembre

Esta semana, José Manuel ha realizado una lectura del libro de Heinrich Lutz Reforma y contrarreforma (Alianza Editorial, 2009).
Este libro realiza, siguiendo una claridad y precisión expositivas reseñables, pero no por ello obviando aspectos que puedan resultar necesarios para la correcta comprensión del texto, una magnífica descripción de los principales acontecimientos históricos acaecidos entre los siglos XVI y mitad del XVII, para luego realizar un análisis pormenorizado de la evolución y el estado actual de la investigación de todos aquellos temas que puedan estar relacionados con la historia de ambos siglos: economía, sociedad, religión, política, etc.
Ciñéndonos estrictamente a los asuntos concernientes a la Contrarreforma, las dos ideas principales que se han podido extraer del libro son las siguientes: la definitiva celebración del Concilio de Trento responde a una antigua petición por parte de un humanismo cristiano reformista que se había retrasado en el tiempo por numerosas vicisitudes políticas convenientes y diversas (Reforma cristiana versus Reforma luterana) y el fracaso final de la monarquía universal del Imperio español, verdadera potencia hegemónica del siglo XVI (que cede finalmente su liderazgo a Francia), en su intento por imponer el ideal católico reformado tridentino, que se asocia irremediablemente al poder regio, en la Europa central y septentrional, región donde los calvinistas, luteranos, anabaptistas, zwinglianistas… no hacían sino acrecentar su influencia.
Ya en tiempos del papa holandés Adriano VI (1522-1523) su nuncio dictaminó que hacía tiempo que la Iglesia se había desviado del camino del derecho. Pero su pronta muerte y la sucesión de Clemente VII (1523-1534) dejaron estas intenciones rupturistas reducidas a meras intervenciones puntuales de la diplomacia. El panorama pareció cambiar con Alejandro Farnesio, Paulo III (1534-1549), sensible ante las rupturas luteranas y calvinistas contra las que proponía reformas internas para reforzar la autoridad moral y política perdida (de hecho, bajo su mandato comienzan las primeras sesiones del Concilio). Es en estos momentos cuando en la todopoderosa Roma surgen dos ideales de reforma: el de Caraffa, futuro Paulo IV (1555-1559), cercano a un rigorismo inquisitivo ajeno al cisma de Lutero, y el liberal de Contarini, personaje de intensa formación patrística y humanista, que propuso al papa Paulo III una reforma “en la cabeza y los miembros”. Negar la influencia en la Contrarreforma de la cuestión luterana era improcedente, pues las soluciones no serían del todo acertadas, tanto más si, como ocurrió, Lutero promovía una igualdad de todos los cristianos ante Dios, lo que desembocó en una centralización de la Iglesia, aún mayor si cabe, en la ciudad de Roma y en la reforma del clero regular y, por tanto, en la necesaria creación de nuevas órdenes religiosas que habrían de jugar un papel fundamental en la trasformación de la cultura y sociedad de la Contrarreforma.
Hasta la celebración del Imperio, se suceden numerosos hechos políticos en los que quedan claros los intereses de las diversas facciones, que en su mayoría tienen como protagonista al emperador Carlos V, inmerso en constantes presiones francesas y protestantes que contaban a menudo con el apoyo de Roma. El interés del emperador era celebrar el concilio bajo sus dominios (intentaba adquirir una via media entre el catolicismo y sus duques levantiscos) y, por lo demás, las dos interpretaciones del dogma eran ya irreconciliables.
Centralización en Roma, nuevos criterios educativos, generalización del latín y condena de los abusos podrían ser algunas de las consecuencias del Concilio de Trento, pero todo ello abordado, en contra de lo que algunos esperaban, desde un escolasticismo crítico con el humanismo y desde una censura de los debates teológicos. Pasamos, por tanto, de los excesos eclesiásticos anteriores a la nueva etapa que se abre para la Iglesia de Roma de excesos espirituales (esencia del Barroco). La Contrarreforma adquiere ahora su significado completo, puesto que se emplean los mecanismos existentes para hacer frente a la innovación. El norte y el sur evolucionan por caminos separados y, en infinidad de ocasiones durante la Edad Moderna, enfrentados, y las monarquías toman posición respecto a uno y otro modelo.

Por su parte, Alba ha empleado como material bibliográfico el libro coordinado por Teófanes Egido Los jesuitas en España y en el mundo hispánico.
Cuando hablamos sobre los jesuitas nos referimos a una orden religiosa fundada en París, llamada en realidad Compañía de Jesús. El nombre de jesuitas fue utilizado al principio en Alemania, para luego generalizarse (a veces incluso usado de modo despectivo). Su fundador principal fue un español, San Ignacio de Loyola (1491?-1556), de origen vasco, quien mientras estudiaba en París en el Colegio de Santa Bárbara, conoció a Pedro Fabro y a Francisco Javier, naciendo entre ellos una gran amistad. Unidos por la fe cristiana, pretendían viajar a Jerusalén para llevar allí la palabra de Dios. Cuatro años más tarde se unieron al grupo de amigos Diego Laínez, Simão Rodrigues, Alfonso Salmerón, y Nicolás de Bobadilla. Fueron estas siete personas las que dieron origen a la Compañía de Jesús, un día de Asunción de la Virgen (15 de agosto) del año 1534. Faltaba solo el reconocimiento desde Roma, que llegó gracias al Papa Pablo III por medio de una bula del 27 de septiembre de 1540, certificando el reconocimiento de la Compañía, a la que sumaron los franceses Claude Jay, Jean Codure y Paschase Broët. Ignacio de Loyola falleció en el año 1556, haciéndose cargo de las mil personas que componían la orden Diego Laínez como Padre General, título que detenta quien ejerce la dirección de la Compañía, cargo que perdura hasta su muerte, salvo que renuncie por alguna causa de extrema gravedad. El órgano máximo, sin embargo, es la Congregación General.
Vistas unas cuantas pinceladas históricas, adentrémonos en cuestiones puramente dogmáticas. Los preceptos que defienden son un servicio permanente por el sostenimiento y difusión de la fe cristiana y gozar de una vida espiritual en armonía con la vida cotidiana. Se someten a la voluntad de la Iglesia y de su máximo exponente: el Papa, para lo cual se preparan intelectualmente a través de estudios teológicos, de idiomas y humanísticos en general, con prácticas en distintos ámbitos comunitarios, y utilizando la educación como un medio evangelizador, para lo cual fundaron establecimientos educativos en todos los niveles.
Su manera de proceder los ha puesto en constante oposición a todo aquello que significara un ataque a la iglesia que defienden. No es de extrañar, por ello, que fueran acérrimos perseguidores del protestantismo y fieles defensores de la Contrarreforma, teniendo un papel importante en el Concilio de Trento, y el brazo que luchó para quitarles a los protestantes su influencia en vastas regiones de Alemania, Austria, Holanda, Hungría, Polonia y Bélgica. Fueron expulsados de Portugal, y las órdenes jesuitas disueltas en Francia, por Luis XIV, en 1763, y cuatro años después corrieron igual suerte en España, por la Pragmática Sanción de Carlos III, apropiándose el estado de sus bienes, que se suponían cuantiosos, pero que no fueron hallados.
La Compañía de Jesús destacó especialmente en el campo de la educación. En España, en vísperas de la expulsión, los jesuitas poseían 105 colegios y 12 seminarios; en Ultramar tenían 83 colegios y 19 seminarios más. La influencia jesuítica se extendió también en el campo universitario. De una parte fundaron una Universidad en Gandía en el siglo XVI por Francisco de Borja, duque de Gandía. En las demás universidades contaron, igualmente, con cátedras de teología suarista (así llamadas porque enseñaban el modelo teológico del jesuita Suárez). Su labor fue notable también en la Universidad literaria de Cervera.
A partir del siglo XVII la Compañía prácticamente monopolizaba la enseñanza secundaria (las escuelas de Gramática), imponiéndose sobre los conventos dominicos o las escuelas municipales. Estas escuelas proporcionaban conocimientos de la lengua latina, lo que adquiría una gran importancia si tenemos en cuenta que para efectuar el ingreso en una universidad era necesario superar una prueba de esta materia. Las causas del éxito jesuita en el campo de la enseñanza hay que buscarlas en la captación de las conciencias de las oligarquías municipales, así como en el hecho de impartir docencia de materias universitarias (Filosofía, Teología). De esta forma se preparaba a los alumnos fuera de las Universidades, para después someterse a examen en ellas y obtener así el grado con mayor facilidad en virtud de su mejor preparación.
La Compañía influyó por tanto en la sociedad española a través de la educación. No conformes con captar al estudiantado adolescente, ampliaron la oferta docente. No se limitaron a explicar la Gramática latina y las Humanidades (Historia, Geografía), sino que intentaron hacerse con la educación de las Escuelas de primeras letras. En la mayor parte de sus colegios se dedicaron también a la enseñanza de Artes y Teología. En Artes se incluía la Filosofía, y dentro de ésta se estudiaban las ciencias exactas, y entre ellas, las Matemáticas. En Teología, temas de moral.

Martín ha adquirido diversa información para profundizar sobre su definitiva tarea en el trabajo en los libros escritos sobre el Concilio de Trento por Hubert Jedin, Historia del Concilio de Trento (Volúmenes 2 y 3), cuyo contenido estaremos dispuestos a compartir entre todos la próxima semana. Además ha aportado una útil página de Internet en la que se recogen todas las actas firmadas en el Concilio (http://multimedios.org/docs/d000436/). Como formación complementaria al trabajo, pero que al fin y al cabo se enmarca dentro de la asignatura general de Historia Moderna Universal, ha asistido al "II Seminario Internacional. El mercado de capitales durante la Edad Moderna. Finanzas y deuda en Castilla y en los estados italianos desde un doble enfoque disciplinar", cuyos resúmenes se podrán encontrar en el link http://www.historiaeconomicamoderna.blogspot.com/.

Por último, Sara ha empleado el libro La Contrarreforma. Religión y sociedad en la Europa Moderna de Martin D. W. Jones.
Se considera que en la segunda mitad del siglo XVI se produjo una gran contradicción, en rasgos generales, entre la teoría y la praxis dentro del ámbito religioso católico. Un enorme sector de los obispos presentes en Trento buscaba la reforma moral y espiritual de los fieles, atendiendo también a una reforma interna que, como ya hemos tenido ocasión de ver, tan ansiada era desde un principio. Además, sabían que para ello necesitaban la rehabilitación de las estructuras diocesanas y parroquiales, es decir, el clero tendría que ser el instrumento que lo renovase todo. Con la llegada de los obispos franceses al concilio la situación cambió pues lo que buscaban era parar el avance de los calvinistas
Sin embargo, la reforma estaba vigilada de cerca por los fanáticos, más rigoristas y radicales, que estaban liderados por el cardenal Caraffa, quien se ha considerado fundador de la Inquisición romana. Su posterior etapa como sumo pontífice se caracterizó por la represión que esta institución se encargó de instaurar. Supuso una importante arma contra el protestantismo, los herejes y los llamados “alumbrados”. Algunos monarcas, como Felipe II, vieron en la Inquisición un medio a través del cual reforzar su dominio en el Estado y mantenerlo alejado de la heterodoxia. Es cierto que la corona y la Inquisición caminaron juntas durante mucho tiempo, pero este instrumento fue tan poderoso y se institucionalizó y generalizó a unos niveles tales que llegó un momento en que no pudo ser controlado por la propia monarquía que en un primer momento la había amparado (bien es cierto también que la Inquisición en España ya había sido impulsada definitivamente por los Reyes Católicos en el siglo XV).
Esta política religiosa adquirida por la monarquía española hizo que en gran parte de Europa se considerase la Inquisición como el símbolo de la represión hispánica. Ante esta visión es más fácil entender que en los inicios de la revuelta holandesa, que tanto desgastó a España, sólo el odio a esta institución, entre otros muchos factores, fue capaz de unir a católicos y protestantes.
Otro acontecimiento digno de mención fue la Paz de Augsburgo de 1555, tregua que permitió construir una paz notoria. Cierto es que Carlos V no pudo, pese a sus intentos conciliadores y gestiones diplomáticas, establecer una religión única. Por ello, se resolvió que los príncipes de los condados centroeuropeos eligiesen la religión pertinente para sus dominios, lo que les otorgaba un papel decisivo, pues algunos fueron impulsores de la Contrarreforma dentro de sus propios estados. También patrocinaron misiones con las cuales se afianzaba la vieja religión y se intentaba convertir a los súbditos protestantes que tenían dudas. En estas operaciones tuvieron importancia los jesuitas y capuchinos que se instalaron en Alemania, en sus principales ciudades y villas de población protestante o mixta, un claro intento de ganarse su confianza. Hay que mencionar, por otra parte, que en Alemania la Inquisición no se llegó a implantar de manera definitiva. En este sentido, por tanto, la tregua se había utilizado de forma muy eficaz para la religión católica.

1 comentario:

  1. Magnífica memoria. Seguid así.
    Para vuestro trabajo os será de gran ayuda los libro de Jean Delumeau sobre el miedo, el papel de la confesión o el paraíso. Los tenéis disponibles en la biblioteca de la facultad

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