lunes, 9 de noviembre de 2009

Temario de clase. Días 30 de octubre y 5/6 de noviembre

Siendo esta semana José Manuel el observador del grupo “Contrarreforma”, así como el autor de esta entrada acerca del temario impartido en clase, continuamos con nuestra referencia a las características generales del sector primario de la Edad Moderna, centrándonos sobre todo en la ganadería, la silvicultura y las diversas estructuras agrarias europeas, para pasar posteriormente al análisis del sector industrial e iniciar el del sector terciario.

Siguiendo el relato de mi compañero Francisco sobre el sector primario, en el que quedaron claros los principales aspectos de la agricultura, toca ahora hablar de la ganadería. En general, el ganado ha sido siempre muy útil para la población campesina, puesto que es una fuente no solo alimenticia (proteínas esenciales para las duras jornadas), sino también de trabajo (la tracción animal constituía el trasporte de mercancías y personas esencial hasta la aparición del ferrocarril ya en el siglo XIX), de materias primas (pieles) y de abono (básico para las tierras en barbecho). Existió una unión estrecha entre la ganadería y la agricultura, aunque también encontramos una fuerte descompensación entre ambas. En concreto, en la Península Ibérica se vivió una dura pugna, al igual que en el resto de países europeos, en relación con el Honrado Concejo de la Mesta, institución castellana de ganaderos trashumantes (que velaban por sus intereses y por la ordenación del tránsito en las cañadas), que fue creada por Alfonso X en 1273 e impulsada definitivamente por los Reyes Católicos, conscientes de la importancia del ganado lanar castellano y su comercio con Europa. Los ánimos solo consiguieron calmarse en el siglo XVIII con la conocida como “revolución agrícola”, de la que Inglaterra fue pionera y de la que ya tendremos ocasión de profundizar.
Por su parte, la importancia de la silvicultura o explotación de los bosques y montes radica en que fue una actividad complementaria al resto de actividades agrarias, constituyendo un aporte extraordinario para las precarias economías domesticas campesinas. En los bosques se podía cazar, recolectar frutos silvestres e incluso cultivar en el supuesto de que las tierras boscosas fueran roturadas (con el consiguiente problema de la escasa productividad que ofrecían estos cultivos). La tala de árboles será esencial, pues, para el desarrollo de la agricultura, especialmente en el s. XVII, y de la posterior actividad industrial y comercial (hay que considerar que las fundiciones de hierro consumían cantidades abismales de madera, hecho que limitó en ocasiones la productividad, así como la industria naval), lo que incentivó la aparición de diversas oleadas de repoblación de coníferas, sobre todo en Alemania (1).
Para finalizar nuestro comentario sobre el sector primario, nombraremos las principales características de algunas de las diversas estructuras agrarias europeas durante la Edad Moderna(2):
• En los Países Bajos se dieron una serie de condiciones que hicieron de esta región en cierto modo la pionera en el sector agrario. Por un lado, existió un mayor equilibrio entre agricultura y ganadería y, además, se probaron nuevos cultivos (trébol, nabos, etc.) que ayudaron al desarrollo de la cría de ganados y, en general, a mejorar los rendimientos (como dato esclarecedor y a pesar de la escasez de los mismos, existió en la región de Frisia en 1570 un rebaño de vacas que dieron 1350 litros de leche, con los que pudieron hacerse 42 kilogramos de mantequilla y 28 quesos, estando la media general entre 450 y 650 litros por res)(3). Su necesidad de grano estaba cubierta, lo que explicaría que accediesen a innovar en actividades tan tradicionales como las agrarias. Holanda se convertirá en la abanderada de la tecnificación para la intensificación de la producción agraria gracias a la creación de los polders o diques artificiales sobre el mar. Por último, y para que quede constancia del éxito de la agricultura, cabe destacar que en los Países Bajos se produjo la primera burbuja financiera en torno al cultivo de los tulipanes en el siglo XVII, lo que evidencia el mayor dinamismo económico que tenía esta región septentrional de Europa respecto del resto de potencias contemporáneas.
• En Inglaterra, los cambios en la actividad agraria se vieron profundamente acelerados por la legislación y las aplicaciones técnicas de los cultivos. Se combinaban los sistemas infield-outfield (campos próximos-campos lejanos) con los de rotación de cultivos (hasta de cuatro hojas). Pese a las diferencias regionales, existió siempre una predisposición a reconocer el importante papel del sector agrario, lo que se tradujo en modernizaciones técnicas y productivas (ajustar la demanda a la oferta, canales de riego, intensificación de la producción, nuevos cultivos… por imitación de los Países Bajos) y una gran reforma de la tenencia de la tierra (evolución de los campos abiertos, open fields, con una actividad agraria extensiva y de bajos rendimientos asociada, a los campos cerrados o enclosures, que mejoraron la productividad y significaron una incipiente privatización de las mismas). Todo ello sentó las bases para la revolución agraria de mitad del XVIII, muy en relación con la “Revolución Industrial” del mismo siglo, que comienza aquí.
• En Francia se intentó imitar el modelo de las enclosures ingles, pero ello fracasó ante la importancia que siguieron teniendo los terratenientes. Existieron, por otro lado, diferencias entre el norte (de mayor tradición ganadera, por la cercanía con los Países Bajos) y el sur (más agrícola). No obstante, es de destacar la importancia que el sector primario ha tenido siempre en el país galo, incluso ya en los siglos más recientes, combinándose a la perfección con el auge del sector industrial.
• El empeoramiento de las condiciones climáticas y económicas del XVII va a llevar a que en Europa oriental aumenten de nuevo, siguiendo el hilo de la época medieval, las relaciones personales entre campesinos y señores, lo que se conoce como la “segunda servidumbre de la gleba”. En este sentido, podemos decir que el río Elba vendría a ser a frontera entre el feudalismo endémico oriental y la nueva estructura económica occidental. Además, hemos de destacar a Polonia como país esencial en la explotación del cereal y abastecedor de gran parte de la demanda europea, lo que le granjeó el apodo de “granero” del continente.

Pasemos ya a iniciar nuestro recorrido por el sector secundario o industrial, que, a pesar del desarrollo de la agricultura, adquirió bastante relevancia a lo largo de la Edad Moderna.
La industria artesanal y manufacturera va a incrementar la producción dentro de la herencia de los gremios medievales, asociaciones de trabajadores artesanales que se caracterizaban por regular todas y cada una de las fases de producción y venta de los productos manufacturados (las materias primas, los objetos a producir, la cantidad producida, el precio de venta al público, las horas de trabajo, el salario de los trabajadores, etc.). Este fuerte intervencionismo se completaba con un marcado hermetismo respecto del exterior, carácter exclusivista que se refleja en la situación de los gremios en calles diferenciadas dentro de los burgos (herencia que nos ha llegado hasta la actualidad) y una fuerte jerarquización interna (aprendiz → oficial → maestro), lo que va a contribuir sin duda a una mala adaptación de los gremios a las fluctuaciones de la economía. No se regían, pues, por la ley de la oferta y la demanda, lo que implicaba una producción a pequeña escala, sin orientación al consumo masivo (pero sí inmediato).
No obstante, se está empezando a pensar recientemente que los gremios no significaron tanta inmovilidad y retraso para la sociedad, visión negativa que nos ha llegado tras la propagación de los Estado nación del siglo XIX, momento en el que los gremios eran instituciones que quedaban al margen del mercado común que se intentaba instaurar en la Europa de entonces. Algunos de las características tenidas en cuenta para considerar a los gremios asociaciones más dinámicas son la fiscalidad, el trabajo a domicilio que realizaron (que será explicado posteriormente) o el carácter asistencial de la institución (bastante innovadora para la fecha, puesto que la familia de un artesano difunto era provista de una importante dotación económica que contribuía a su mantenimiento hasta que la descendencia ocupara el puesto dejado).
Paralelamente a los gremios, en la Edad Moderna se fueron creando las primeras fábricas, que suponen una concentración de la mano de obra en un mismo recinto, lo que implica sin duda una jerarquización y organización interna y una especialización de los trabajadores. El empresario va a comenzar a manejar todo el capital necesario, tanto para el producto como para costear los medios requeridos en la producción. Es innegable que para que existiese una mayor producción hubieron de ampliarse los mercados y la demanda (de hecho así fue, dado el salto ultramarino de las colonias y al incremento de la demanda interna)(4). No existieron, por tanto, grandes innovaciones tecnológicas (para ello habremos de esperar a finales de la Edad Moderna), sino diversos adelantos técnicos e incipiente especialización del trabajo(5). A pesar de que estos intentos fueron puntuales (no podemos hablar aún de industria a gran escala) y casi siempre incentivados desde el propio Estado, se estaba preparando el camino para la industrialización característica del siglo XVIII, que tuvo a Inglaterra como pionera en el continente europeo.
Algunos de los sectores más desarrollados fueron los Altos Hornos, que incrementaron la producción y transformación del hierro en el XVI y, por tanto, la explotación minera (a lo que contribuyen también las nuevas técnicas de extracción, como la amalgama). El hierro era un mineral no sujeto a las condiciones de las coronas, sino que se caracterizó por pertenecer al amo de la tierra, lo que acabó frecuentemente en la creación de cooperativas y sociedades de mayor inversión en capital, como la Gemein Gesellshaft (Amberg, 1464) o la Hauptgewerkschaft (Innerberg, 1625, que ya combinaba la minería con la transformación y las ventas a consumidores finales, especialmente talleres artesanales, lo que implicaba ya especialización en actividades diversas)(6). Destacó también la industria lanera, especialmente la española, fruto del desarrollo de dicho ganado en la Península, materia prima muy asociada a la Real Fábrica de Tapices o la ebanistería y la vidriería, básicas para la construcción; etc.
Ya hemos apuntado algunos ejemplos de industrias características, pero de entre todas va destacar la importancia del textil. El incremento específico de este tipo de manufacturas se debió al aumento demográfico del s. XVI, a que son productos de demanda constante y necesaria (el textil tiene una demanda inelástica, es decir, que la variación en el precio de un bien textil determinado apenas afecta a la variación de la cantidad demandada de ese bien, de forma que queda manifiesta la rigidez de su demanda, en contraposición a la demanda elástica, en la que una variación del precio sí que modifica la demanda de un bien)(7), a que existieron cambios en las modas de la vestimenta de la nobleza (que puede sufragar los gastos de la misma debido a la mayor cantidad de metales preciosos en circulación), a que aparecen nuevas materias primas (el mejor ejemplo de ello es Inglaterra, donde la lana va a ir siendo sustituida progresivamente por el algodón, más económico y fácil de trabajar, procedente de las colonias norteamericanas), a que se descubrieran nuevas formas de tintura de telas (con pigmentos animales como la cochinilla o vegetales como la orchilla)… Todo este conjunto de factores explicó que la industria textil se situara como una oferta diversificada, es decir, se adaptó en calidad y precio a los diversos poderes adquisitivos de la población (bajos en el Estado llano y más altos entre los más privilegiados). En este contexto, aparecen nuevos productos textiles, como la new drapperie (estambrados y paños) de comercialización en Gran Bretaña y Francia.
Muy ligado a este sector, se va a desarrollar un nuevo sistema de producción a domicilio, el conocido como domestic system, que ha sido considerado como una manifestación de protoindustria, que contribuiría a largo plazo al afianzamiento del sector secundario. El funcionamiento era muy sencillo: un mercader que debía satisfacer una determinada demanda compraba las materias primas, que eran transformadas en productos semielaborados o elaborados por artesanos o campesinos del medio rural a cambio de una cierta cantidad de dinero (complemento bastante atractivo para las economías domésticas), y luego devueltos a los comerciantes para proceder a su venta. La existencia de estas actividades, consistentes en hilar o tejer, era más común en aquellas regiones con especialidad en la ganadería (Bélgica, Suiza o Inglaterra) y empleaban a todas las generaciones de la familia(8). La consecuencia derivada directamente de este sistema es el aumento del intercambio y la acumulación del capital, que se comienza a invertir en otras actividades industriales complementarias, algo básico para los desarrollos económicos e industriales del siglo XVIII.

Por último, pasamos ya a introducir algunas cuestiones esenciales acerca del sector terciario europeo, en el que la actividad principal la constituye el comercio, ampliamente desarrollado en la Edad Moderna; un comercio desarrollado en una doble vertiente interior (debido a la concentración del mercado regional, la costumbre cada vez más generalizada de pagar con dinero, el crecimiento de las ciudades y de la demanda, etc.) y exterior (el de mayor repercusión social, puesto que es el causante de la interrelación de los estados y la eliminación de fronteras, y, por tanto, del capitalismo, así como del nacimiento de desigualdades regionales y sociales, al ser controlado por los grupos más privilegiados de algunas potencias y sobre las que la precariedad o desarrollo de los trasportes tuvo mucho que ver)(9).
Es preciso hacer una división entre las instituciones que se encargaron de controlar el comercio europeo en los siglos de la Edad Moderna: redes y compañías. Por un lado, existieron redes comerciales, estructuras informales y fundamentadas en las relaciones personales de familia, en la amistad, en el prestigio (crédito) o en la religión (destacan los Fugger o los Welser). Por ello, eran sociedades reguladas por la “confianza” establecida entre sus miembros, en la que la religión podía jugar un papel fundamental (véase como un choque de dogmas entre una misma familia repartida en dos naciones diferentes podía cercenar los lazos establecidos, con las consiguientes repercusiones en el comercio y la sociedad).
Por otro lado, encontramos las compañías o estructuras capitalistas formales y estatales, que solían estar apuntaladas sobre uniones comerciales establecidas previamente por las redes, eso sí, siempre de carácter transoceánico. Su poder e influencia era, en algunos casos, extraordinario, dados los inmensos contingentes asociados en materia económica, militar o naval (son consideradas muchas veces como “estados dentro de los estados”). Como se verá, el liderazgo en esta materia lo van a constituir Castilla, Gran Bretaña y Holanda, que desarrollaron un potente contingente comercial en torno al Atlántico.
Así, encontramos la fundación en 1503 de la Casa de la Contratación de Sevilla, encargada del “trato y contrato” con las recientes tierras descubiertas, que pretendió monopolizar para la corona (algo que consiguió en las ingentes cantidades de mercancías, no así en las inversiones efectuadas, ya que participó el capital externo, como el genovés). Sevilla fue la ciudad elegida por su situación interior dentro del territorio, ya que permitía conectar directamente con el océano a la vez que la flota quedaba bien resguardada. Asociada a la misma se estableció la Carrera de Indias, sistema de transporte transoceánico creado específicamente para el comercio con América, que incluía el desarrollo de barcos específicos y toda una red de funcionarios encargados de supervisar la profesionalidad y formación de los pilotos (cargo de Piloto Mayor que desempeñó Americo Vespucio). La Casa de la Contratación también se encargó de otras funciones científicas y fiscales (10).
Como una prolongación del comercio americano hacia oriente, se estableció con Filipinas en el mismo siglo el Galeón de Manila. Tras la conquista de estas islas, su gobierno quedó supeditado al Virreinato de Nueva España, con sede en Méjico, y desde Acapulco partían los barcos que comunicaban Filipinas con el Nuevo Mundo y, por extensión, con el Viejo. Tal era la riqueza de los recursos de estas islas que, de forma incesante, el imperio español hubo de hacer frente a las pretensiones expansivas de otros países europeos como Holanda (11).
Otras compañías capitalistas de no menor repercusión fueron los Merchant Adventurers ingleses, que ejercían el monopolio pañero inglés y que contaba con más de 7000 miembros en 1550; la Compañía Inglesa de las Indias y la de Levante (1581), también inglesas; y las Compañías de las Indias Occidentales y Orientales (1602) fundadas en Holanda por la burguesía incipiente con el objetivo de competir con el comercio portugués y castellano (12).
Los otros tres ejes fundamentales en torno a los que se articuló el comercio fueron(13):
Mediterráneo: el comercio marítimo en esta zona tenía una tradición histórica muy dilatada desde la Antigüedad. En la Edad Moderna, destaca el hecho de que las barreras que la religión imponía (Occidente cristiano y Oriente musulmán) eran franqueadas por el comercio marítimo; por lo que la zona italiana septentrional fue el nexo esencial de unión entre ambos mundos (Génova, Venecia…), sin desdeñar otros puertos comerciales en Francia (Marsella), España (Barcelona o Alicante) o el norte de África (de hecho, el comercio con la Berbería se está considerando en la actualidad bastante más prolífico de lo imaginado). Las mercaderías esenciales eran tan variadas como muestra el comercio de alimentos mediterráneos, tejidos, armas, jabones, papel… La creciente dependencia a lo largo de la segunda mitad del XVI del mundo exterior evidencian que el Mediterráneo perdió dinamismo comercial y económico a favor de la Europa atlántica.
Europa central: el comercio continental en esta zona siempre se vio afectado por la mala calidad de las vías de transporte, lo que no impidió el establecimiento de contactos comerciales en torno a la extracción de metales, esencialmente.
El Báltico: en esta zona, denominada a menudo el “Mediterráneo en miniatura”, existió una rivalidad entre los Países Bajos y la Hansa (confederación de ciudades del norte de Alemania y de otras urbes en la que existían comunidades de comerciantes de dicha nacionalidad), que se resolvió a favor de los primeros. Los Países Bajos no solo controlaron el comercio marítimo en el Báltico (nexo de unión entre la Europa septentrional y la atlántica), sino el continental (especialmente con Italia). A ello contribuyeron sobremanera aspectos como el desarrollo de una innovadora flota (fluyt, imitada por Gran Bretaña, muy maniobrable y que permitía una mayor capacidad de carga y reducir los costes) y la aparición de la primera bolsa de valores en 1602 (creada en Ámsterdam por la Compañía de las Indias Orientales).

NOTAS
1 CIPOLLA, C.M. (Ed.): Historia Económica de Europa (2). Siglos XVI y XVII, Ariel, 1979; págs. 198, 202
2 Ibídem, págs. 238-260
3 Ibídem, pág. 196
4 Ibídem, pág. 203
5 Ibídem, págs. 207-208
6 Ibídem, pág. 199-200
7 http://www.gestiopolis.com/recursos/experto/catsexp/pagans/eco/16/tipodemanda.htm
8 CIPOLLA, C.M. (Ed.): Historia económica… op.cit.; pág. 198
9 VAN DÜLMEN, R.: Los inicios de Europa Moderna, Siglo XXI, 2002; págs. 55-56
10 CIUDAD RUIZ, A.; LUCENA SALMORAL, M. y otros: Manual de Historia Universal. Volumen 10: Historia de América, Historia 16, 1992; págs. 180-181
11 Ibídem, págs. 315-316
12 VAN DÜLMEN, R.: Los inicios… op.cit.; pág. 69
13 CIPOLLA, C.M. (Ed.): Historia económica… op.cit.; págs. 339-346

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